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Sánchez, más pendiente de dañar a Ayuso, Moreno o Feijóo que del coronavirus

La indignidad endémica de este Gobierno se plasmó de nuevo con una absurda comparecencia de un presidente negligente que solo busca a quién cargarle sus estrepitosos errores.

Sánchez, más pendiente de dañar a Ayuso, Moreno o Feijóo que del coronavirus

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Pedro Sánchez protagonizó ayer una de las intervenciones más lamentables que se le recuerdan a un dirigente político en España, plagada de falsedades, requiebros, negligencias y un pavoroso desprecio por la verdad y el cumplimiento esencial de las responsabilidades inherentes a su cargo.

Para empezar, hizo una clamorosa dejación de funciones, prescindiendo de la legislación en materia de Salud Pública, que obliga a la Administración Central a estar al frente de emergencias sanitarias como la presente.

Y lo hizo, para mayor desvergüenza, tras convertir en marzo a España en récord mundial de ruina y mortalidad; inducir desde junio un relajo generalizado para irse de vacaciones y, finalmente, provocar con ello en agosto el mayor rebrote de Europa.

Para terminar, intentó que además de librarse él empezara a cargarse de culpa a las Comunidades Autónomas, con un delirante discurso según el cual van a tener que ser ellas quienes se encarguen de todo e incluso soliciten y gestiones un Estado de Alarma por región y a la carta.

Que las leyes no le permitan al Gobierno mirar para otro lado ni le releven de ser la única instancia con capacidad de aprobar esa figura de emergencia, por decreto y en Consejo de Ministros, no fue suficiente para que se ahorrara un discurso indigno de alguien con su función.

Porque lejos de dar explicaciones sobre lo ocurrido de nuevo y detallar qué se piensa hacer para retener un repunte con aspecto de drama; el recién llegado de sus frívolas vacaciones se dedicó a señalar sus nuevos objetivos políticos. Que no son otros que dañar a los presidentes autonómicos del PP, en especial, desde Ayuso hasta Moreno pasando por Feijóo.

Un país que sufrió entre marzo y mayo una catástrofe sin precedentes exigiría, para empezar, una profunda auditoría sobre los fallos y negligencias que elevaron los desperfectos en España a niveles desconocidos en la práctica totalidad del resto del mundo. Y para salir, un plan de contención y recuperación sensato, firme y detallado, con acuerdos transversales y una vocación de servicio a la altura del drama.

Pero lo que tiene España es un negligente capaz de irse de vacaciones en plena pandemia para, al volver sin ninguna idea sensata bajo el brazo, anteponer sus lamentables intereses personales y políticos a las necesidades de un país atemorizado y arruinado.