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Presidente Sánchez: "España no puede" ni explicar por qué tiene 50.000 muertos

El autor desmenuza la estrategia política del Gobierno, abonado a una estrategia de simulaciones que esconde sus verdaderas intenciones y maquilla la catástrofe circundante.

Sánchez, en el acto "España puede"

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Siempre me ha fascinado la lectura del libro “Momentos estelares de la humanidad” del escritor austriaco Stefan Zweig, en el cual el autor describe 14 acontecimientos de la historia mundial que tuvieron gran impacto para el desarrollo de la humanidad, siempre según su punto de vista.

Desde su atalaya privilegiada fue cronista de la Europa convulsa de los años 1920-30 denunciando el nacionalismo y autoritarismo que se iban extendiendo sin freno por nuestro continente. En dicho libro hay una frase cuya lectura me ha impactado por la sencillez con la que describe una forma de gobernar:

“A quien está hambriento de poder, solo le importa ejercerlo y no la opinión de los demás, únicamente el botín y no el honor”, y esta reflexión aplicable a muchos líderes mundiales en distintos momentos históricos, ha de servir para reflexionar sobre el momento político actual español.

Al presidente Sánchez nunca le ha importado la opinión del líder de la oposición Pablo Casado, que representa directamente a más de 5.000.000 de españoles, siendo el jefe de Gobierno que en menos ocasiones se ha entrevistado con el que representa la alternativa, algo inaudito en una democracia europea.

Solamente un ejemplo: el presidente Rajoy llegó a pactar con Alfredo Rubalcaba la abdicación del Rey Juan Carlos, poniéndose ambos de acuerdo en las grandes cuestiones de Estado. En cambio, Sánchez no ha tenido tiempo para pactar ninguna medida con Pablo Casado en materia sanitaria, jurídica o constitucional. Sólo le ha importado ejercer el poder como si de un botín se tratara.

En realidad, tampoco le ha importado la opinión del resto de líderes políticos, solamente cuando le ha hecho falta para continuar mandando, ha efectuado una puesta en escena teatral impecablemente urdida por su asesor principal, Iván Redondo, y si no, que se lo digan a Inés Arrimadas que aún está esperando que el Presidente cumpla con lo pactado a cambio de sus votos en la prórroga de dos estados de alarma.

Sánchez se fue de vacaciones con la frase: “salimos más fuertes” y vuelve de las mismas con otra frase de propaganda: “España puede”, pero sigue sin explicar cómo es posible que seamos más fuertes con miles de nuevos infectados y miles de ciudadanos que están sin cobrar el salario mínimo vital, o cómo los autónomos van a poder continuar con su actividad sin las ayudas fiscales prometidas.

Por eso hay que denunciar que lo importante es la gestión y no el ejercicio puro y duro del poder, lo importante es el honor del trabajo bien hecho y no simplemente el disfrute del botín. Lo que está claro es que detrás de la propaganda gubernamental se esconde incapacidad y debilidad.

Comenzamos septiembre y el presidente Sánchez continúa con la misma política de propaganda y de imagen, sin querer escuchar a la sociedad. Mientras tanto, los problemas se van incrementando a lomos de los rebrotes de la pandemia, está en el mismo monólogo con que nos castigó durante el estado de alarma: habla y habla sin decir nada.

Al escondite

Se dedica a repetir frases más o menos grandilocuentes pero huecas y ese es el verdadero problema político de España. No puede esconderse tras apariciones meramente teatrales, ya sea con empresarios o con las distintas fuerzas políticas, aparentando un diálogo que en realidad no existe.

El creador del guión “no es no” quiere aparecer como el campeón del consenso, pero en realidad, es un simple decorado para ocultar su dejación de funciones con un resultado de 50.000 fallecidos, miles de rebrotes que se van produciendo por todo el territorio nacional y millones de nuevos parados.

Sánchez está hambriento de poder y no le importa lo que ocurre en la realidad social española, hasta que sea la propia realidad, la que termine devorándole. Torres más altas han caído a pesar de la propaganda y los discursos teatrales de un político sordo.

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