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¿A quién se le ocurre impulsar la eutanasia en el país donde más mata el virus?

Hay que tener poco tacto y ser muy cruel para impulsar una ley a favor de la muerte en una España donde lo difícil empieza a ser sobrevivir.

Pedro Sánchez, en la oscuridad

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Hay que tener muy mal gusto, pero mucho, para llevar al Congreso una Proposición de Ley sobre la regulación de eutanasia en estos momentos. Con la sanidad en aprietos, 50.000 fallecidos reales y 22.000 de ellos sin reconocer, lanzar este debate ahora es una broma macabra.

Pero es lo que van a hacer Pedro Sánchez y el PSOE este jueves: sacarse un nuevo comodín ideológico para ver si, con suerte, polariza a la sociedad y desvía la atención sobre su horrorosa gestión de la pandemia y de la crisis económico con un debate epidérmico.

¿No hay nadie en ese Gobierno que se dé cuenta de la falta de tacto? ¿No hay nadie que levante el dedo y diga “hombre Pedro, dejemos eso para otro momento”? ¿No hay nadie que sea capaz de decirle al presidente que morir en España empieza a ser sencillo pero que lo difícil es sobrevivir? ¿Que para morirnos tenemos dónde elegir, entre el virus y la ruina, pero para vivir cada vez tenemos menos recursos?

No nos confundamos, si entramos en materia: la eutanasia no tiene nada de digno. Una sociedad decente debe ser capaz de ofrecerle a un enfermo o a un deprimido algo más que el inexistente derecho a morir. Es quitárnoslo de encima, que no moleste, que se vaya al cielo rapidito.

Y recubrirlo de buenas intenciones que, en realidad, son solo el disfraz de un desprecio al ser humano. Hoy con un enfermo terminal, mañana con un chaval de 16 años que dice no tener ganas de vivir: una vez que se abre ese melón, cerrarlo es casi imposible.

No se dejen engañar: una cosa son los cuidados paliativos, para que nadie sufra cuando llega su hora. Y otra bien distinta acelerar su muerte porque no sabemos ofrecerle una alternativa decente que todo el mundo elegiría si de verdad la tuviera.

Si estar enfermo, ser discapacitado o no estar en tus cabales fueran suficiente para quitarse de en medio, en este Gobierno una parte no desdeñable cumpliría al menos dos de los requisitos. Y no queremos que se mueran: nos conformemos con que se marchen, con una inyección de votos y no con un chute de veneno.

Enterrado y desenterrado Franco, no caigamos en la trampa, en fin, de que la nueva bomba de humo sea la eutanasia. Que tiene de moderna lo mismo que el Estrangulador de Boston de masajista.