Arrimadas no puede seguir blanqueando a un Gobierno extremista y sordo
El presidente de Gobierno tiene claros sus aliados y sus objetivos: no quiere diálogos y consensos con nadie más, solo que limpien su imagen para aislar a la oposición.
Pedro Sánchez exhibió sus verdaderas intenciones con Ciudadanos en una respuesta parlamentaria al portavoz de ERC, Gabriel Rufián, en la que éste le instaba a elegir aliados para aprobar sus primeros Presupuestos propios desde 2018. Tranquilizó al dirigente independentista, restando importancia a la disposición al acuerdo del partido, al que denigró situándole en la extrema derecha y ubicándole en la famosa "foto de Colón".
Todo eso lo dice después de que Arrimadas apoyara todas y cada una de las prórrogas del Estado de Alarma, utilizado al final más como una herramienta política que una medida sanitaria; y después también de mostrar toda la predisposición a respaldar sus Presupuestos, casi a ciegas.
Para empezar, que a Sánchez le parezca más criticable que un ciudadano con una bandera de España, preocupado por la deriva secesionista, que un etarra suicidado; lo dice todo de los valores políticos que atesora el presidente. Y para salir, que haga apelaciones a la moderación y luego la pisotee en sede oficial, le define como un tactista sin escrúpulos que prima siempre la aritmética sobre la razón.
A nadie debe sorprenderle nada que Sánchez elija a ERC, a Podemos o a Bildu como compañeros de viaje: con ellos sacó adelante la moción de censura, su investidura, su programa de Gobierno e incluso el asalto a las instituciones con el paradigmático de Navarra.
A partir de esa evidencia, el resto de acercamientos a otras fuerzas políticas como Ciudadanos no son más que trucos baratos para utilizarlas con un único objetivo: mantener sus pactos y vender la idea de que, quienes no le respaldan, forman parte de un sector radical y ultraderechista deseleal para España.
Siempre tiene sentido tender puentes, y en ese sentido que lo esté intentando Ciudadanos es razonable: todo lo que sea orientar a un Gobierno extremista hacia el centro es bueno para el país. Pero todo lo que sea ignorar el desprecio a esa posibilidad, equivale a reforzar el sectarismo y facilitar la estigmatización de la alternativa.
Hasta ayer, Arrimadas podía justificar sus acercamientos al PSOE. Pero si desde hoy se empeña en negar las evidencias y hacer oídos sordos a los desprecios al consenso, se convertirá en una triste muleta de un Gobierno incapaz de dialogar con nadie y solo dispuesto aceptar respaldos ciegos a sus derivas más nefandas.