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España se hunde y su presidente coge una pala para hacer más profunda la zanja

Las previsiones económicas del Banco de España son una tragedia sin paliativos. Pero lejos de buscar acuerdos amplios, el Gobierno opta por ampliar la división y profundizar en las heridas.

Pedro Sánchez

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El Banco de España dio ayer a conocer sus previsiones económicas para los próximos años, marcadas por una profundísima depresión que entierra todo esperanza de recuperación sostenida y rápida y la sustituye por un hundimiento sin precedentes.

El paro llegará al 22%; el PIB se desplomará por encima del 12%, la deuda pública alcanzará el 128% y la crisis durará hasta finales de 2022. Todo esto en el peor panorama posible, que por desgracia es el más probable viendo cómo, en apenas unas semanas, han quedado anuladas con estrépito las expectativas más positivas que se anunciaron.

Todo junto significa que, en el mejor de los casos, España tendrá que esperar a 2023 para recuperar su situación de finales de 2019, que tampoco era especialmente boyante. Y es que el crecimiento económico anunciado por el Gobierno para este trimestre ha fracasado tras una campaña de verano desastrosa, con el turismo hundido, el consumo interno enfriado y las empresas, en general, en una situación muy delicada o terminal.

Pero lo peor es que no se percibe un plan realista para intentar compensar una caída tan intensa. Aquí se confía todo al dinero de Europa, que ni será tanto ni llegará tan pronto al final. O a que los chinos, los ingleses o los americanos descubran una vacuna solvente que interrumpa una emergencia sanitaria que, en el caso de España, vuelve a estar desatada.

Sin respuestas

Pero no hay un plan nacional de respuesta que, con los recursos y herramientas propias, responda a la pavorosa situación. Al revés, cuando más necesario era un Gobierno constructivo y dialogante, más ha irrumpido un presidente sectario al que solo parece importarle imponer una agenda ideológica sustentada en la división y cercana a una tétrica combinación de populismo y separatismo.

Urge una imagen de Sánchez, Casado, la CEOE, los sindicatos y quien haga falta juntos. Diciendo la verdad y haciendo las profundas reformas que necesita España para salir del sótano, empezando por la de la Administración Pública. Pero lo que tenemos es un presidente desnortado, entregado a Bildu, Podemos o ERC y renuente a entenderse con la oposición más generosa que ha tenido ningún Gobierno desde 1978.

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