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Largo Caballero, el ogro que defendía la violencia y buscó una Guerra Civil

Aunque Sánchez prefiere salir en su defensa antes que en la del Rey Felipe, la trayectoria del histórico dirigente socialista es un compendio de horrores y amenazas dignas de azotes.

Largo Caballero, en uno de sus mítines

Largo Caballero, en uno de sus mítines

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El Ayuntamiento de Madrid ha aprobado la retirada de placas y bustos de Largo Caballero e Indalecio Prieto de las calles de la capital. Al primero le llamaban el “Lenin español” y fue una figura clave en el sectarismo, la represión y la violencia que acabó desembocando en la Guerra Civil.

Fue un tipo siniestro, que no creía en la democracia ni en el sufragio universal y que, para imponer la “revolución del proletariado”, justificaba la violencia, la represión y la persecución, aunque apenas queden documentos audiovisuales de él, salvo pequeñas joyas como ésta en la que puede escuchársele en un tono más moderado de lo habitual en él:



Para ubicar al personaje al que reivindica el mismísimo Pedro Sánchez como emblema del PSOE, es mucho más elocuente bucear en las fuentes históricas documentadas, incontestables, y glosar algunas de las frases que soltaba constantemente en sus mítines y actos públicos, de este tenor: "Hay que apoderarse del poder político; pero la revolución se hace violentamente: luchando, y no con discursos".

O esta otra en mayo de 1936, cuando instigaba claramente a un enfrentamiento civil que tristemente comenzó solo dos meses después: "Cuando el Frente Popular se derrumbe, como se derrumbará sin duda, el triunfo del proletariado será indiscutible. Entonces estableceremos la dictadura del proletariado, lo que quiere decir la represión de las clases capitalistas y burguesas".

La hemeroteca del dirigente del PSOE y la UGT no resiste el paso del tiempo, como tampoco la del otro señalado por el Ayuntamiento de Madrid en nombre de la misma Ley de Memoria Histórica que proscribe a los emblemas del otro bando.

El hombre de las checas

Y es que Prieto, a diferencia de otros progresistas centrados como Julián Besteiro o Fernando de los Ríos, se dedicó a armar a las milicias para que tuvieran de todo en sus checas, en sus paseíllos y en todas las barbaridades que se cometieron en aquellos años y tanto hicieron por acabar con la República. Y de su guardia personal salió el asesino de Calvo Sotelo, amenazado días antes por la Pasionaria en el Congreso.



Los dos eran del PSOE, que tiene una historia espléndida de construcción democrática desde 1975. Pero una muy negra detrás desde su fundación hasta la muerte de Franco. Sin la agitación que salió desde sus filas, repudiada incluso por el presidente Manuel Azaña, quizá ni hubiera fracasado la República ni se hubiese desatado una confrontación fraticida. Y todo eso no se puede falsear ni blanquear si de verdad queremos construir una memoria histórica decente.

Largo Caballero e Indalecio Prieto fueron dos agitadores sectarios, dos antidemócratas, dos bolcheviques peligroso y dos golpistas que enfrentaron a los españoles y provocaron un drama histórico que ahora algunos han querido borrar de esa memoria que reivindican como arma arrojadiza y no como espacio de reconciliación.


Quitarles los bustos es lo mínimo. Y lo mismo habría que hacer con Pablo Iglesias. Que no hay Pablo bueno con ese apellido en España desde hace más de cien años. Por mucho que el mismo Sánchez que no ha encontrado tiempo para defender personalmente al Rey; lo haya buscado con urgencia para ensalzar a Largo Caballero, el autor de reflexiones como ésta, para terminar, pronunciada en noviembre de 1933:

"Los socialistas admitimos la democracia cuando nos conviene, pero cuando no nos conviene tomamos por el camino más corto. Pues bien, yo tengo que decir con franqueza que es verdad. Si la legalidad no nos sirve, si impide nuestro avance, daremos de lado la democracia burguesa e iremos a la conquista del Poder”.

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