Mercedes Milá, la intolerante que ataca al doctor Cavadas y aplaude a don Simón
Los ataques de la periodista en La Sexta al científico crítico con el Gobierno demuestra el nivel de autoritarismo e intransigencia que caracteriza al mainstream progresista.
No acostumbro a ver La Sexta, sinceramente, porque como liberal me abstengo de beber de fuentes trampistas (en los dos sentidos, en el literal; y en el de Trump, es decir, populistas baratas). No concedo tiempo a las beligerancias y detesto los medios se conforman con ser la extensión del ideario de un partido, de una corriente política, donde cualquier diatriba se transforma en un mitin, donde seudo-periodistas serviles se dedican a reproducir en voz alta los argumentarios que cada mañana les llegan por WhatsApp de sus “fuentes”, que son siempre las mismas.
El periodismo crítico, el que alternaba con gentes de todo signo para formar un criterio plural e inteligente, el verdaderamente nutritivo para los ciudadanos, está en horas bajas, en medios muy concretos y en profesionales que aún siguen esmerándose por ser independientes, pese a quien pese. Muchos somos los que no nos conformamos con recibir la dosis morfínica que nos pretenden suministrar desde uno u otro bando, sino que tenemos la inquietud de plantear espacios de reflexión y de encuentro, no de permanente tensión, que es extenuante.
En el bando de los progres-trasnochados, Mercedes Milá se erige como un paradigma de la generosidad o de la indulgencia del paso del tiempo con ciertos profesionales, a los que engrandece injustificadamente, solo por las horas de vuelo.
No critico el mérito de la veteranía, pero la edad no transforma a las personas, necesariamente, ni en más sabias, ni las hace más tolerantes, ni confiere una atalaya moral desde la predicar. En el caso de la citada, vive en una azotea de petulancia, en la que regala su opinión a los ignorantes que nos hallamos en las plantas inferiores de tal particular pirámide epistemológica.
En una intervención en La Sexta Noche, la simpar periodista se preguntaba, en voz alta, ¿quién era “este señor” ?, cuando se le reprodujo un extracto de la entrevista del Doctor Pedro Cavadas con Pablo Motos. Esa frase, “¿quién se cree que es usted?”, junto con el arquetípico “no sabe con quién está usted hablando…”, son dos de los rescoldos más nauseabundos del supremacismo casposo que rezuman las gentes poco ilustradas, carcas con olor a alcanfor. Eso sí que es del antiguo régimen.
En efecto, huelga señalar que Milá conocía, estoy convencido, a quien porfiaba con su impostado desconocimiento. En televisión, es difícil que uno no sepa a lo que va, de quién o qué va a hablar, y en el caso del Dr. Cavadas, una eminencia a nivel mundial en la cirugía reparadora, con hitos que han sido publicitados por todos los medios, resulta casi imposible desconocerlo.
La duda de muchos ciudadanos sobre Simón no es infundada, sino que estriba en un análisis objetivo de sus propios actos, omisiones e incapacidad
En todo caso, la periodista decía no saber quien era este señor, en relación a la crítica -impecable, por cierto- que hizo en El Hormiguero a Don Simón (me niego a regalarle el titulo de Doctor, él tampoco lo quiere, según dijo públicamente), el particular sastre de Pedro Sánchez, que le fabrica trajes pretendidamente científicos, a medida de la consigna política del día, con la mala suerte que las hechuras del discurso cada día dejan más hilos sueltos, y sus explicaciones no pasan de ser permanentes bandazos.
El mismo que negó una pandemia que era patente para cualquier médico medianamente formado, o la necesidad de mascarillas, y que cambia su discurso en escasos días, como su jefe, a conveniencia. Relativismo en estado puro.
Es uno de los más tristes casos de postración del conocimiento al servicio del ejecutivo, solo superable por aquella asesora sanitaria de Trump, que asistió -a modo de refrendo y muy a su pesar-, a esa alocución ante la prensa, donde el líder republicano recomendó tomarse unos lingotazos de lejía contra el coronavirus, como si fuera el Jägermeister.
El Dr. Cavadas, distinguida Milá, al que quizá no conoces porque no has visto fornicando bajo un edredón en tu querida casa orwelliana, o en tertulias de gafapastas-infantiloides con necesidad de cambiar el mundo desde su chalet, es, para empezar, un doctor en Medicina (no como Don Simón), especialista en Cirugía Plástica y Reparadora (frente a un sujeto que no ha hecho ni el MIR), que ha mejorado objetivamente cientos de vidas, especialmente, la de gente sin recursos en Kenia, ofreciendo la oportunidad de acceder a operaciones que no se podían ni imaginar.
Una eminencia
Hablamos del primer cirujano que ha dirigido un trasplante de ambos antebrazos, el primer trasplante de cara con lengua y mandíbula, o el primer trasplante de dos piernas a la vez. En fin, un cualquiera, por lo que está visto…
Milá, ante la exposición del presentador -Iñaki, para más señas, creo que se llama-, sobre los méritos del Dr. Cavadas para poder criticar a Don Simón -por aquello de explicarle quién era el que osaba hablar mal de la gestión sanitaria del Gobierno-, comenzó un desbarre mental, tachando al conspicuo cirujano de “guerrillero” o con “gestos guerrilleros y violentos”, solo por llevar ropa estilo montañero o de camuflaje -es decir, centrándose en las apariencias, que es justamente lo que siempre se ha achacado a la derecha costumbrista española, de señoras de visión y caballeros de traje oscuro y gemelos-. ¡Zas!, primera falacia ad hominem, y eso era para empezar.
Cavadas fue voz de muchos ciudadanos, de una mitad para la que no se gobierna, a la que se imponen normas sin criterio
Esa es la “violencia” para esta clase de gente, oír lo que no les gusta. En cuanto eso sucede, aparecen los adjetivos gruesos, que desvirtúan la comunicación, y buscan defenestrar el discurso del contrario por la vía rápida. Tan burdo como populista.
Oyendo a la Milá, parece que el entrevistado por Motos hubiere sido el Subcomandante Marcos o algún líder sandinista, o que el Dr. Cavadas hubiera promovido una suerte de golpe de estado con su bisturí en mano. Por el contrario, se limitó a manifestar la discrepancia con la desastrosa gestión de la epidemia, dando voz a millones de españoles que estamos colapsados de tanta falsedad e infamia.
El desbarre mental de la ínclita, continuó por una glosa del Licenciado Simón, en la que, sencillamente, Milá le encumbró como un experto epidemiólogo, sustentándose en que había estado sirviendo a la Administración también con Rajoy (joder, ahora eso es un mérito, hasta para los progres) y con otros anteriores gobiernos. Segunda falacia, esta de falsa causa. Vamos bien.
Cabe preguntarse si esa supervivencia es una muestra de excelencia o de absoluta mediocridad. También sería lícito plantearse si esa continuidad radica en que, durante el grueso de su carrera profesional en tal responsabilidad epidemiológica, no ha habido una pandemia de este calado. Ser jefe del servicio de tornados, sin viento, es algo bastante placentero.
La duda de muchos ciudadanos sobre la valía profesional de Simón no es infundada, sino que estriba en un análisis objetivo de sus propios actos, omisiones e incapacidad acreditada para imponer un criterio técnico, frente a un mando político.
No le discuto siquiera la buena fe -se la presumo, incluso, siendo generosos-, pero sí que sea la persona más capacitada para capear este temporal; y especialmente, que no haya dimitido inmediatamente antes de someterse a ser un guiñol, en manos de Producciones Redondo.
Milá y el rebaño
En suma, el Dr. Cavadas fue voz de muchos ciudadanos, de una mitad para la que no se gobierna, sino a la que se imponen normas sin un criterio científico, sino político, por Decreto Ley, que es como le gusta gobernar a Sánchez.
La polarización de los medios y la perdida de compromiso de la verdad de los espacios de análisis político deja en un auténtico erial el pensamiento original. La pregunta que me acecha es: ¿por qué hemos involucionado tanto en libertad de expresión y hemos dado tanto pábulo a auténticos estólidos, que nos marcan el discurso sociablemente aceptado?
Tengo una sensación de profunda desesperanza ante la anestesia social. Estamos acostumbrándonos a la mentira, a que nos tomen el pelo, y a que nadie levante la voz para protestar por ello. En ese magma, Milá mostró la indignación del mainstream, frente a quien se sale del rebaño. El autoritarismo de los intolerantes, nada nuevo bajo el sol.