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Sánchez manipuló la Gürtel y quiere hacer lo mismo con el Poder Judicial

El líder del PSOE llegó al poder tergiversando una sentencia judicial y aspira a mantenerse eternamente en él con los peores socios y el asalto al CGPJ.

Rajoy, en la moción de censura

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El Tribunal Supremo ha destapado sin querer toda la operación política que llevó a Pedro Sánchez a La Moncloa, sancionando de manera contundente al juez que incluyó sin razón legal alguna una frase y una acusación al PP utilizada por el ahora presidente para justificar su moción de censura. Interpuesta, como se recordará, tras bloquear el país durante un año y obligar a celebrar dos Elecciones Generales en seis meses.

En la sentencia inicial de la llamada primera época de la Gürtel, que se centra en el año 2003 y en dos municipios madrileños, el juez De Prada incorporó una acusación sobre la llamada Caja B del PP que ni siquiera se juzgaba y, además, estigmatizó al propio Rajoy dudando de su testimonio, tras obligarle a personarse en la Audiencia Nacional pese a ser un mero testigo.

Ahora el Supremo destroza esos excesos, incluidos artificialmente en el fallo para provocar el relevo del Gobierno: fue conocerse la sentencia y producirse la comparecencia de Sánchez condenando a todo el PP y presentando su derribo como una cuestión de Estado urgente e inevitable, incluso aunque fuera al precio de deberle la presidencia a Podemos y al separatismo, como luego ocurrió.

El Tribunal incluso desmonta la otra gran falsedad que se esgrimió para justificar la moción de censura, aireada machaconamente por el abrumador aparato mediático que siempre secunda o tapa los excesos de Sánchez, que probablemente no podría protagonizar tantos abusos si no dispusiera de una maquinaria de blanqueamiento tan hegemónica.

La manipulación política de la sentencia de la Gürtel demuestra para qué quiere dominar Sánchez el CGPJ

Porque la participación del PP a título lucrativo, utilizada como prueba de la connivencia o impulso desde el partido de la trama de corrupción, no es más que la consecuencia de haberse beneficiado de unos abusos que, sin embargo, desconocía: ese tipo penal no solo equivale a una mera responsabilidad subsidiaria, sino que además se impone cuando se descarta expresamente el conocimiento de los hechos reprobados.

Un presidente liberticida

Nada de esto hace menos indecente la trama en sí, y las durísimas condenas a los cabecillas lo demuestran la dimensión de unos delitos continuados que, bien es cierto, difícilmente pudieron cometerse sin el conocimiento de aquel PP, juzgado políticamente en las urnas por ello.

Pero que se manipulara una sentencia con falsedades para justificar un asalto político negado por los ciudadanos en las urnas, que ha derivado en un Gobierno encabezado por el presidente menos votado de la historia e intervenido por los mayores adversarios de la España constitucional, es un escándalo de proporciones históricas. Que anticipa, además, cuál es el único objetivo de Sánchez en su empeño en ocupar por las bravas el Poder Judicial.

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