¿Y si el toque de queda hubiera que ponérselo mejor al Gobierno de Sánchez?
No está claro si el estado de alarma es para proteger a la ciudadanía o para protegerse a sí mismo. Y esa duda resume la horrible gestión de Sánchez de marzo hasta ahora.
Pues ya tenemos estado de alarma con toque de queda, como Londres en los años 40 o Bagdag en los 90. Y antes de nada, demos las gracias a todos esos irresponsables, sinvergüenzas y niñatos, tengan 18 o 50 años, que se han tirado tres meses de botellón, sin mascarilla, a lo loco y contagiando al día siguiente lo que no está escrito.
Este fin de semana, solo en Madrid, la Policía Municipal intervino en 300 fiestas ilegales. Da miedo pensar cuántas más hubo. En su conciencia, si la tienen, lleva esta tropa una parte de la responsabilidad de que España tenga el 2.4% de los contagiados del mundo cuando solo representamos el 0.6% de la población: cuatro veces más de lo que nos corresponde.
Pero para fiesta, para botellón, el que han estado haciendo Sánchez y su Gobierno todo el verano. El 8M dejaron que la pandemia se extendiera como en ningún sitio más porque el “machismo mataba que el virus” y había que llegar a casa “solo y borracha”.
Y en julio, no contentos con haber metido la pata una vez, la metieron otra vez hasta el fondo. Recuerden las imágenes: Pedro Sánchez en La Coruña sacando pecho y diciendo “hemos ganado al virus”. Y días después organizando dos fiestas para que el Coro Rociero que es su Gobierno y los Palmeros de su Grupo parlamentario se rompieran las manos a aplaudirle porque, además de ganar al virus, le había sacado la pasta a Europa.
Lo que vino después fue Fernando Simón buceando; Salvador Illa más desaparecido que Wally y Pedro Sánchez perfectamente localizado en las mejores playas de España, dejando agotadas las existencias de crema bronceadora en varios kilómetros a la redonda.
¿Y ahora otra vez estamos igual? ¿Pasamos de pifiarla en marzo, confinarnos tres meses en abril, presumir en julio de ser el más machote, desentendernos más tarde y, finalmente, volver a encerrarnos a ratos? ¿Y todo ello sin ninguna explicación ni disculpa?
El toque de queda es para protegernos; no para proteger al Gobierno. A ver si Sánchez y sus colegas van a ser los únicos que salgan de noche para hacer de las suyas
Ahora el asunto es que como el País Vasco y Cataluña quieren estado de alarma pero si lo aplican ellos; Sánchez se lo da a todas las Comunidades Autónomas para que hagan un poco lo que le dé la gana sin el incordio de los tribunales interviniendo. Pero a cambio él pide seis meses para guardarse el mando y la última palabra, también fuera del radar de la Justicia y del Parlamento.
Una cosa es la emergencia sanitaria y otra la excepcionalidad democrática. La primera lo justifica casi todo si se explica y se entiende. Pero la segunda no se puede aplicar durante medio año sin revisarla cada 15 días, con un exigente examen parlamentario que le obligue a dar todas las explicaciones a un dirigente que, hasta ahora, ni siquiera ha dicho la verdad con el número real de muertos.
A sudar en el Congreso
El precio para el presidente de una medida tan liberticida debe ser pasar por el Congreso cada dos semanas a justificarla y dar explicaciones diarias, las que haga falta: sudar cada centímetro de democracia recortada y pelear cada milímetro de derechos restringidos. Y lo mismo cada presidente autonómico, que con torras y urkullus de por medio hay que llevarse las manos a la cabeza sí o sí.
Porque eso de hundirnos, encerrarnos y además silenciarnos es impropio de un Estado de Derecho. Y para que la gente, que ha sido modélica en su abrumadora mayoría, lo entienda, hay que explicárselo una y mil veces.
El estado de alarma puede ser una medida sanitaria sí. Pero también un bozal para la ciudadanía y una excusa para que el Gobierno tape sus vergüenzas, se salte los controles y haga lo que le dé la gana sin dar cuentas a nadie.
El toque de queda es para protegernos; no para proteger al Gobierno si sigue actuando con nocturnidad y alevosía. A ver si Sánchez y sus colegas van a ser los únicos que salgan de noche para hacer de las suyas.