No, Joe Biden no es un Pedro Sánchez a la americana
El presidente electo americano no es ni socialista ni populista, e imágenes como la de Pablo Iglesias ejerciendo de ambos en Bolivia no ayuda nada a España.
La victoria de Joe Biden, pendiente de confirmación total y de recursos judiciales pera prácticamente asegurad, calman algo la enorme tensión desatada en Estados Unidos y de algún modo devuelve el tablero internacional a unos parámetros más previsibles.
En ese sentido, su mensaje conciliador para que, una vez han hablado las urnas todos vuelvan a ser americanos y subordinen la bandera de cada partido, es una gran lección para quienes convierten sus victorias en trincheras y no en puentes, como es el caso sin duda de España.
Pero la herencia de Trump, con él o sin él, está lejos de desaparecer: la “nueva política” que él representa tiene futuro y, frente al populismo de izquierdas, seguirá prosperando especialmente en Europa como contestación a ese monocultivo ideológico y el cierto fracaso de las recetas clásicas.
Biden ha ganado literalmente por un puñado de votos en los estados decisivos. 7.000 votos en Pensilvania. 9.000 en Georgia, 19.000 en Arizona o 20.000 en Wisconsin han decantado la balanza hacia los Demócratas, pero manteniendo una polarización histórica que evidencia el formidable apoyo logrado por el "trumpismo" pese a la inquina generalizada que ha suscitado: su avance entre las minorías afroamericana, asiática y latina lo dicen todo al respecto.
También la abrupta manera de marcharse del presidente saliente, idéntica a la actitud con la que se estrenó: con un discurso casi antisistema, coronado con el pulso judicial para combatir un supuesto "fraude electoral" del que no consta prueba alguna. La felicitación de Bush a Biden es la mejor demostración de que esa campaña no gusta ni en las filas republicanas.
Biden detesta al socialismo, y la imagen de Iglesias ejerciendo de populista en Bolivia no ayuda a España
El legado de de Trump en términos económicos es incuestionablemente positivo, al menos para los Estados Unidos, con un desempleo en mínimos, una colocación laboral creciente en las minorías negra e hispana y el PIB creciendo.
Y pese a sus excesos, ha mantenido una posición de dignidad occidental frente a los bloques emergentes donde la democracia no es un bien absoluto, casos de China o Rusia. O ha obligado a la política convencional a reaccionar, entrando en debates peliagudos sobre problemas de fondo que no desaparecen por negarlos, pero tampoco se subsanan con maniqueísmo brusco.
"Contra los socialistas"
La victoria de Joe Biden ha sido celebrada en una parte de Europa y especialmente en España como si fuera una especie de “Pedro Sánchez” americano. Nada más lejos de la realidad. Él mismo lo resumió de una manera contundente: “Yo soy el tipo que corre contra los socialistas”. E imágenes como la de Pablo Iglesias o el expresidente Zapatero firmando manifiestos populistas en Bolivia no son la mejor carta de presentación ante la nueva Casa Blanca.
Desde una perspectiva española, Biden puede ser beneficioso en términos comerciales, frente a la autarquía y la presión arancelaria del “América First” de Trump, cabe la esperanza de que los productos españoles tengan más fácil volver a los Estados Unidos sin pagar unos peajes insoportables, en parte provocados por políticas igual de intervencionistas de Sánchez en ámbitos como la llamada "Tasa Google".