España en venta: Sánchez cruza todas las líneas para sobrevivir en Moncloa
El pacto con Bildu supera los limites que nadie más se atrevió a cruzar y confirma que, para Sánchez, nada es más importante que él mismo. Al precio que sea, su futuro es lo primero.
Fue un micrófono abierto el que, en 2005, captó al entonces presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, apurando a un asesor con la frase que luego se hizo viral: “Hay que cerrar un acuerdo como sea”. Se trataba de conseguir, a cualquier precio, un documento que clausurara la Cumbre Euromediterránea de Barcelona.
Pedro Sánchez, seguidor de ZP en tantas cosas y continuador de algunas de sus políticas (populismo antiamericano, blanqueamiento de ETA o despilfarro del dinero público), se dispone a recuperar aquel criticado “como sea”, en el peor momento para España, con el más decisivo instrumento que tiene un Gobierno: los Presupuestos Generales del Estado. Se juega seguir mandando.
Deberían ser estas unas cuentas públicas diseñadas para contener la sangría de paro y cierre de empresas que trae la pandemia. Servir de dique de contención para la catástrofe económica que prevén desde el FMI hasta el Banco de España, pasando por Bruselas. Unas cifras negociadas con agentes sociales y escuchando a expertos y analistas con experiencia.
Nada de eso. Sánchez va de cabeza, sumido en un mercado persa. Todo aquel que desfila por su despacho para ofrecer sus votos sale con el “zurrón lleno”. Repleto, eso sí, para sus intereses, nunca para los de todos los españoles. La debilidad hace del Gobierno un saldo.
Ni Sánchez tiene un programa fiable para salir de la crisis sanitaria, económica y social, ni ha buscado una orientación presupuestaria determinada por el interés general. Tal parece como si únicamente quisiera sumar los 176 síes necesarios en el Congreso. Que el país pueda quedar hecho jirones es “meramente” un daño colateral.
Solo así se entiende que el presidente haya cruzado líneas que nunca, ni siquiera con circunstancias de precariedad parlamentaria, se atrevieron a atravesar González, Aznar o Rajoy. Ni siquiera el propio Zapatero. La última, dinamitar la garantía de que el castellano sea accesible y vehicular en todas las comunidades de España.
Sánchez desea sobre todo alargar su estancia en La Moncloa. Sí para ello debe ponerse España en almoneda… pues “como sea”
Aunque, por desgracia, seguramente nos tocará vivir más cesiones inaguantables. Como la anterior de vaciar de etarras las cárceles del país para concentrarlos en el País Vasco, dándole a la vez al PNV la llave de sus celdas. Era el precio de Otegi.
Uno más de los pactos “que no se ven” del líder de Bildu y Pablo Iglesias. O la de rebajar el delito de sedición para que Junqueras, encarcelado por el “procés”, pueda estar satisfecho. Ya lo de instaurar un “Gran Hermano” gubernamental para censurar las críticas justo cuando se ha decretado, aprovechando la anestesia del virus, el estado de alarma cerrando de facto las Cortes, es harina de otro costal. Sánchez es un convencido del fin justifica los medios.
Sin respuesta interna
El poder tan absoluto que acapara Sánchez deja poco margen para la rebelión. Dentro del PSOE, aún menos: poco más que ese clamar en el desierto del presidente socialista de Aragón, Javier Lambán, repudiando las cesiones a Rufián, y las del extremeño Guillermo Fernández Vara, al que le dan náuseas los pactos con los filoetarras.
Y fuera de las filas socialistas, es llamativa, por inane, la raya roja de Inés Arrimadas condicionando el voto de sus diez diputados a que la corrosiva enmienda de la “ley Celaá” contra el español no vea la luz.
No cabe llamarse a engaño con Pedro Sánchez. Hace tiempo que eligió y mostró sus preferencias: Él mismo. Pero, también sabe que a sus “costaleros” (populistas de izquierda, independentistas y regionalistas interesados) les debe su poder. Y desea sobre todo alargar su estancia en La Moncloa. Sí para ello debe ponerse España en almoneda… pues “como sea”.