Arrimadas, Abascal, Casado, ¿y ahora qué van a hacer ante el Frente Popular?
Sánchez no ha elegido socios ahora, los tiene desde 2018. Y esa alianza se perpetuará si el centroderecha sigue instalado en la división y el enfrentamiento.
A nadie debe sorprenderle que Inés Arrimadas anunciara este jueves su negativa a respaldar los Presupuestos de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Pero a menos todavía debe pillarle por sorpresa que el presidente del Gobierno haya elegido como únicos socios a lo mismo que el auparon al poder en 2018 y le mantienen en él desde entonces.
El aparente diálogo entre el PSOE y Ciudadanos ha sido más, desde el primer momento, una mera pose de ambos, en la búsqueda de un beneficio efímero. Para Sánchez, era una forma de maquillar su apuesta estable por unos aliados siniestros y simular una disposición al diálogo transversal que, en realidad, jamás ha existido.
Y para Ciudadanos, era un manera de ocupar espacio, recuperar protagonismo perdido y poder decir, llegado el caso, que ha hecho lo imposible por salvar al país de la deriva sectaria en lo político y suicida en lo económico emprendida por Sánchez.
Es cierto que al presidente se le ha achicharrado ya el discurso de que su entendimiento con Bildu o ERC era una imposición derivada de la falta de alternativas. Pero no lo es menos que encontrará cualquier otro argumento para justificarlo y que éste tendrá la suficiente complicidad mediática para prosperar, aunque sea otra de sus falacias.
Frente a ese hipotético beneficio, sin embargo, los perjuicios de la actitud de Ciudadanos se antojan mayores. Para empezar, porque han sido una excusa para que Sánchez profundizara en su verdadera alianza, simulando un diálogo más amplio que en realidad ha utilizado para culminar sus pactos con mayor nocturnidad.
El centroderecha no puede alertar sobre el futuro de España y contestar luego con división y pugna entre sus partidos
Y eso ha tenido dos consecuencias bien perniciosas. De un lado, ha cohesionado más que nunca a los socios de Gobierno con sus lamentables aliados, con una hoja de ruta que culmina con los Presupuestos pero ha incluido, en este tiempo, intentonas fracasadas o culminadas del ramillete de leyes e imposiciones más lamentables en mucho tiempo, desde la educativa hasta la judicial pasando por la liberticida del "Ministerio de la Verdad".
Y de otro lado, en una clara antítesis, el centroderecha se ha fragmentando aún más: si para VOX la moción de censura fue más una forma de promocionarse ante el PP que de relevar a Sánchez; para Ciudadanos el acercamiento al Gobierno ha sido su táctica para no verse engullido por todo.
Nuevas fórmulas
El resultado de todo ello es que, mientras el Gobierno se blinda con Otegi y Junqueras, capitalizados por Iglesias pero usados por Sánchez; PP y Cs han roto sus alianzas electorales en Cataluña y VOX dedica su tiempo a estudiar cómo vengarse de Pablo Casado. Una jugada redonda para el sanchismo.
Por todo ello, el centroderecha ha de olvidarse de sus intereses gremiales y, si tan preocupado está de verdad por el futuro de España, trabajar en serio en qué fórmulas son mejores para traducir en escaños sus votos y ofrecer resistencia a un proyecto lamentable encabezado por un presidente sin principios, secundado por otros dirigentes sin escrúpulos. Ante eso, o PP, Cs y VOX encuentran una alternativa o acabarán siendo cómplices de que todo ello se perpetúe.