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Las uvas amargas de Sánchez entre la pinza de Iglesias y la ira de los jueces

Sánchez ha jugado con fuego en el CGPJ y sabe que solo lo arregla con un pacto con Casado. Pero Podemos no está dispuesto a ceder y el CGPJ está harto de las injerencias.

Pablo Iglesias, en el Congreso

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Tiempo… Es el preciado cheque que cree haber amarrado Pedro Sánchez con los Presupuestos Generales del Estado. Su llave hasta 2023. Empieza “otro mundo”, dicen desde su entorno, donde ya ven al presidente del Gobierno con más margen de actuación.

Y comienza también para Pablo Iglesias, porque tanto le apretó para hacerse valer en la negociación de las cuentas públicas, que “despertó” a barones e históricos dirigentes socialistas. Los pretorianos de Sánchez afirman que cada tensión externa e interna ha sido apuntada en el “debe” de Iglesias en espera de girar la correspondiente letra con pago aplazado.

En las últimas horas, Iglesias y su núcleo duro han vuelto a la carga, sobre todo en redes sociales, reivindicándose como parte del Gabinete en su intento de dinamitar toda vía de entendimiento con el PP para una futura renovación del Consejo General del Poder Judicial.

Pero el presidente del Gobierno, calculador al máximo, está dispuesto, siempre según los suyos, a abrirle los ojos al líder de Podemos: “Son Gobierno, desde luego, pero son también el cuarto grupo parlamentario”, avisan desde la sala de máquinas de La Moncloa.

El líder morado tampoco está seguro de tenerlas todas consigo. Teme que al final el ala socialista del Gobierno, en aras de sellar un acuerdo, acceda a las exigencias de Pablo Casado de dejarlos fuera. En un pulso más dentro de la coalición, Iglesias ha sido taxativo al negar, contra el discurso del PSOE, la existencia de un pacto cerrado con los populares.

Incluso ha advertido de que se le está agotando la paciencia. Advertencias que en ningún caso han alterado a monclovitas que sabiéndose bajo vigilancia de la Unión Europea se otorgan un margen de actuación con el principal partido de la oposición.

En Moncloa son conscientes del malestar en el CGPJ, hasta el punto de que más de uno de sus miembros acabe dimitiendo

El calendario de Sánchez pasa por estudiar qué movimientos suscita su maniobra de vaciar de poderes al órgano de gobierno de los jueces mientras siga con el mandato prorrogado. Movimientos de Casado, sí, pero también, y particularmente, de los actuales vocales.

Y es que en La Moncloa son muy conscientes del hondo malestar creado en el CGPJ, de su hartazgo, hasta el punto de dejar abierta la hipótesis de que más de uno de sus miembros acabe dimitiendo “por dignidad”. Una operación de alcance que pone de nuevo en almoneda la separación de poderes, intrínseca a cualquier Estado de Derecho que se precie.

Y, sin embargo, sería un escenario idóneo, según describe el entorno presidencial, para añadir más presión al PP. A tal punto llegan. Dicen en La Moncloa que Iglesias debe asumir que todos los caminos de Sánchez en este asunto pasan por los populares.

Por mucho que los morados sopesen fórmulas alternativas con otros votos y grupos parlamentarios en el Congreso y cuenten con ERC o Bildu para volar puentes con el Partido Popular, el presidente del Gobierno parece decidido a esperar incluso al próximo año con tal de alcanzar su obsesivo objetivo de la mano del líder de Génova.

Las uvas

Claro, que a Sánchez se le pueden atragantar las uvas. El actual Consejo General del Poder Judicial está decidido a seguir adelante en diciembre con más nombramientos. Están pendientes de designación magistrados del Supremo y de la Audiencia Nacional, varios presidentes de Sala de los Tribunales Superiores de Justicia a lo largo y ancho del país y más de una docena de presidencias de audiencias provinciales.

Sánchez va a tener complicado conservar la calma ante un Carlos Lesmes que, al frente del órgano de gobierno de los jueces, no está dispuesto a quedarse de brazos cruzados contemplando el asalto.