Sánchez convierte la llegada de la vacuna en una campaña de publicidad engañosa
Urge un documento público donde se precise cuántas vacunas llegan, cómo se reparten y cuándo se la van a poder poner todos y cada uno de los españoles.
La esperanzadora llegada de la vacuna a España, al mismo tiempo que en el resto de la Unión Europea y gracias a la gestión de Bruselas con distintos proveedores, ha estimulado la enésima intentona del Gobierno de convertir un avance en la lucha contra la pandemia en un acto de propaganda ofensivo por incontables razones.
La más importante, porque el despliegue publicitario no va a acompañado de una detallada explicación de cuándo, cómo y a quién se le va a suministrar el antídoto, con fechas precisas e información pública concreta que aclare las dudas que tiene buena parte de la ciudadanía.
En otros países de la Unión se han elaborado documentos públicos, de acceso libre, en los que todo el mundo puede saber casi el día exacto que le tocará, el sitio donde acudirá y la razón exacta por la que se le adelanta o retrasa su momento.
En España no está claro ni cuántas vacunas realmente han llegado, ni el criterio utilizado para repartirlas en las Comunidades Autónomas, que no parece guardar relación con la población de cada una de ellas, a tenor de los cupos anunciados por los propios Gobiernos regionales.
Es obsceno que el Gobierno más incompetente se quiera ahora arrogar la llegada de la vacuna
Que Castilla-La Mancha va a disponer de las mismas dosis iniciales que Madrid, con tres veces menos habitantes, estimula las sospechas de que se hayan aplicado razones políticas por encima de las meramente sanitarias.
Todo ello se despejaría si la transparencia, que es una obligación, se impusiera a la propaganda, que es un bochorno siempre en asuntos así. Pero especialmente en el caso de un Gobierno caracterizado por una mezcla de opacidad y negligencia que ha firmado los peores datos sanitarios y económicos de la pandemia.
Si alguien tenía que hacer un esfuerzo pedagógico, es Pedro Sánchez. Y si alguien no debería intentar patrimonializar estos momentos, es también él. Forrar de pegatinas del Gobierno las primeras cajas con vacunas y movilizar a TVE para retransmitir la primera inyección no es serio, aunque sí sintoniza con las artes habituales de Moncloa.
Capaz de no reconocer siquiera las cifras reales de fallecidos por coronavirus y, a la vez, de presentar al presidente como un dadivoso padre de la patria que trae las vacunas en persona o consigue ingentes fondos europeos para que nadie sufra. La realidad de 70.000 muertos y a mayor ruina de Europa responde a todo ello con una crueldad que siempre paga la ciudadanía.