Sánchez renuncia a pedir Gibraltar cuando más fácil tiene recuperar su soberanía
El Brexit da la oportunidad histórica de recuperar algo que es de España. El acuerdo provisional alcanzado renuncia a esa posibilidad por la tibieza del Gobierno y de Bruselas.
España y el Reino Unido alcanzaron un acuerdo sobre Gibraltar apenas horas antes de que el lamentable Brexit fuera definitivo, algo que ha ocurrido esta medianoche para desgracia de la Unión Europea y desde luego de las Islas Británicas.
En tiempos de emergencias tan extremas, destrozar alianzas por razones emocionales inducidas por los gobernantes ingleses es una lamentable manera de añadir problemas muy serios, de largo alcance y hondas consecuencias socioeconómicas, a los ya existentes, de enorme gravedad.
Y quién sabe si con efectos secundarios en otros países de la Unión que, en tiempos de crisis, recurran a los mismos argumentos que Boris Johnson para tapar sus errores con una fuga absurda.
El caso del Peñón refleja un poco esa tibieza europea, agravada por la falta de peso de una España instalada en el ensimismamiento ideológico de Sánchez: lo dice todo que el acuerdo no haya llegado hasta el último minuto, lo que en sí mismo denota una frustrante supremacía británica. El país que se marcha no está para exigir; y la obligación de Bruselas y de Madrid era y es mantener sus posiciones y no transigir con casi nada.
España ha desaprovechado el momento histórico del Brexit para reclamar lo que es suyo: la soberanía de Gibraltar
Pero eso es lo que ha pasado en Gibraltar, que seguirá siendo una anacrónica colonia dentro de territorio europeo y español, con una metrópoli que se ha marchado del grupo de mala manera y, sin embargo, mantendrá la soberanía sobre un territorio que no es suyo. Y lo hará, además, disfrutando de las reglas y normas europeas de las que se ha librado en todo lo demás.
Sin duda el acceso al Peñón de los miles de trabajadores españoles que se desplazan a él a diario es importante. Y en ese sentido, acabar con la verja y pactar el tránsito libre es relevante. Pero mucho más lo es acabar con el paraíso fiscal, político, histórico y económico que supone mantener una embajada británica sin controles en espacio geográfico ajeno.
Aunque aún hay seis meses para negociar un acuerdo definitivo, el alcanzado ahora entre España y el Reino Unido supone renunciar a reclamar la soberanía de Gibraltar en un momento en el que más fácil, dentro de la complejidad, era lograrlo: el Reino Unido se ha marchado, de mala manera. Y nunca tendrán más fácil España y Europa reclamar lo que es suyo y negociar con la dureza que haga falta para recuperarlo.