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Presidente Sánchez, ¿ahora ya sí se puede gobernar con imputados?

Un partido de Gobierno señalado por delitos electorales y financiación ilegal, con su líder señalado también y varios cargos condenados, no puede seguir al frente del país.

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias

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La Audiencia Provincial de Madrid ha ratificado la imputación de Podemos por delito electoral y financiación ilegal, desechando los recursos del partido que, pese a los contundentes indicios, ha presionado como nunca para dar carpetazo al asunto en los juzgados y en el Congreso, donde ha boicoteado de la mano del PSOE la Comisión de Investigación que reclaman sin duda los hechos.

El respaldo al juez Escalonilla es tan nítido como los ataques de Podemos a los jueces, coronados por un intento reiterado de asalto al Poder Judicial que se entiende mejor viendo los problemas del partido en los juzgados: con la excusa de renovar el CGPJ se pretende, en realidad, anular la independencia de los magistrados y anular las acciones judiciales que tramitan con la formación de Pablo Iglesias.

Que a su vez estaría ya imputado, personalmente, de no gozar de aforamiento, esa condición que hace nada presentaba como un privilegio y que ahora utiliza con desparpajo para demorar lo que sin embargo, parece inevitable: antes o después, el Tribunal Supremo encontrará la manera de procesar al presunto responsable del "Caso Dina", un bochorno con el que edificó su campaña electoral de denuncia de las "cloacas" cuando, en realidad, la cloaca era él.

En el "Caso Neurona", denunciando desde dentro por el anterior responsable de los servicios jurídicos de Podemos, parece evidente que el partido utilizó una empresa pantalla para desviar y gestionar fondos públicos con destino distinto al previsto por la ley. Y que lo hizo con opacidad y usando un "puente aéreo" contable entre España y Sudamérica que enlaza con todas las sospechas germinales sobre el origen de Podemos.

Podemos está inhabilitado para gobernar España. Y Sánchez queda retratado por pactar con un partido imputado

Nada de eso inculpa a Podemos, que ya acumula condenados tan ilustres como Pablo Echenique o Isa Serra, pero sí le señala. Y le invalida con arreglo a las normas que los dos partidos gobernantes han impuesto en España: la condición de Mariano Rajoy como mero testigo en un juicio menor de una de las piezas de la Gürtel fue suficiente para justificar una moción de censura. Y así se colocó un nivel de exigencia que ahora no se puede ignorar.

¿Cómo va a gobernar un país, en su momento más dramático, un partido que oscila entre la imputación, el acoso a la separación de poderes, el desafío a la Constitución y el delirio programático e ideológico? Si todo ello retrata a Iglesias, también define a Sánchez: quien dijo venir a la limpiar la vida pública acepta la suciedad más extrema si con ello sobrevive en el cargo.

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