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Un Gobierno comentarista de la pandemia y apóstol de vacunas que no llegan

Ojalá sea cierto que en breve llegue la vacunación masiva, pero mientras el Gobierno no se puede dedicar a comentar el problema sanitario sin hacer nada útil al respecto.

Fernando Simón

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De un día para otro se ha desatado una especie de entusiasmo con la campaña de vacunación y, de no tener reservas, se ha pasado a señalar incluso grandes recintos públicos para inminentes vacunaciones en masa, un anhelo de la ciudadanía que ojalá acabe siendo verosímil a corto plazo. La previsible aprobación de la vacuna de Johnson & Johnson tiene la “culpa”. Se espera que Europa la apruebe el 8 de marzo (¿por qué esperan un mes si los ensayos ya están hechos?) y que se producción y distribución sea rápida y masiva por todo el continente, aunque se eficacia no alcance los parámetros de otras, según los estudios conocidos hasta ahora.A España le corresponderían hasta 20 millones de unidades de una vacuna que se conserva en congeladores corrientes y es monodosis, lo que sin duda facilita su administración rápida y un tratamiento completo con una única acción.La realidad, mientras, sigue siendo esta foto fija: en España solo hay inmunizadas 900.000 personas. Se han distribuido hasta el momento 2.9 millones de vacunas y se han distribuido 2.4 millones, lo que hace imposible garantizar incluso la segunda dosis rápida a quienes ya recibieron la primera.

El Gobierno no puede ejercer solo de comentarista del drama y de apóstol incierto de la vacunación

La cierta euforia está provocando un evidente caos de planes autonómicos que el Gobierno debe ordenar con urgencia: a él le corresponde fijar plazos, grupos preferentes y calendarios para evitar agravios y una sensación de “subasta autonómica” del antídoto que genere agravios por territorios, edades y receptores en función de decisiones que tal vez no sean las mejores.

En ese contexto, de confusión entre la realidad sanitaria vigente y las expectativas de inmunización anunciadas; ha comenzado la reducción de restricciones en Madrid, Castilla-La Mancha o Extremadura, en contraste con su mantenimiento hasta marzo en Valencia y con la desigual respuesta que cada país europeo da a situaciones parecidas.Todo ello coronado con un mensaje dramático de Fernando Simón, señalando a la hostelería sin dar datos y pintando de rojo toda España para mantener la alarma máxima. Sin que Sanidad haga nada al respecto y mantenga su insólita posición de testigo y comentarista del Apocalipsis. Todo ello refleja demasiadas contradicciones y demasiada confusión. Y alguien debe poner orden, con rapidez, para evitar que su caos se transforme en indiferencia social a todo.