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La España actual no está a la altura de lo que fue capaz de parar aquel 23F

Los ataques a la Transición, el desprecio al "Régimen del 78" y el desafío a la Constitución se practican ahora desde dentro e las instituciones y degradan un gran legado.

Tejero, en la foto icónica del 23F

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Este martes se cumplen 40 años del episodio que coronó la Transición iniciada a la muerte de Franco y consolidó la democracia en España al frenarse la última intentona de volver a un Régimen militar mediante un Golpe de Estado. que puso a prueba los resortes del Estado de Derecho recién estrenado, aún endeble y con sus costuras abiertas.

El 23F fue el último grito de 40 años de Dictadura, pero también el primer el gran ejemplo de que el pacto por la reconciliación sellado por los españoles iba en serio y de que sus nuevas instituciones eran la garantía de que ese esfuerzo modélico no se iba a dilapidar.

Aquella apuesta por la convivencia que fue la Transición quedó inmortalizada en la icónica intervención del Rey Juan Carlos y en la dignidad de dirigentes de origen tan diverso como Adolfo Suárez, el teniente general Gutiérrez Mellado o hasta el comunista Santiago Carrillo. El discurso televisado del entonces Jefe del Estado fue, de algún modo, el momento germinal de una democracia que a partir de ahí se hizo imparable.

España ve ahora cómo se degrada el freno al 23F o la Transición desde dentro de las propias instituciones

Pero 40 años después, aquel maravilloso legado no parece consolidado y, lejos de haberse avanzado desde un reconocimiento coral del valor de aquellos hechos, se ha sumido al país en una ceremonia de desmemoria de su mejor pasado y de resurrección de sus peores fantasmas: de nuevo el frentismo, las trincheras, los bandos y hasta la dialéctica guerracivilista ocupan el espacio que debería ser ocupado por la convivencia, el respeto y el orgullo común.

De la reconciliación al enfrentamiento

Esto se evidencia en el acto simbólico que el Rey Felipe presidirá hoy en el Congreso, con el Rey Emérito obligado a un exilio involuntario y, horas después, un debate en el mismo Parlamento impulsado por ERC, respaldado por Podemos y destinado a sostener la campaña contra la Monarquía con las excusas más grotescas.

Las democracias son un pacto entre distintos para convivir de manera razonable, con espacios regulatorios de las diferencias y un respeto obligatorio a las normas sean cuales sean las ideas, credos u opiniones propias. Pero hoy en España se apuesta de nuevo por la confrontación y se promociona esa degradante deriva desde dentro de las instituciones, del Gobierno y de los socios o aliados que lo soportan.

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