Por qué los "okupas" generan graves trastornos psiquiátricos a sus víctimas
La impunidad de un delito que empieza a ser tolerado por las autoridades genera estragos en los que nadie repara. El análisis de los casos estudiados arroja conclusiones indignantes.
Todos los días aparecen noticias sobre nuevas okupaciones, es decir, sobre un delito que ha pasado a formar tristemente parte de nuestra vida cotidiana como es el allanamiento de morada, delito cometido no solo con la tolerancia gubernamental, sino incluso con cierta connivencia de los poderes del estado, al no poner en marcha de forma contundente su capacidad sancionadora.
Pero no es objeto de esta reflexión hablar sobre los aspectos políticos ni legales de la okupación, sino sobre los problemas que esta conducta ilegal y antisocial origina sobre la salud mental de las victimas que la padecen: los “okupados”.
Los “okupados”, y hablo por la experiencia profesional que en esta materia hemos ido adquiriendo en los últimos años, presentan progresiva y gradualmente unos sentimientos de indignación, cólera, frustración, desamparo, abatimiento y, al final, cuando han pasado no mas de 6 meses de haber sido “okupados”, aparece una tristeza y angustia que permiten etiquetarlos ya de alteraciones psiquiátricas, en toda la extensión de la palabra.
La persona que ve “violada su morada”, ante la impasibilidad de los poderes estado, se siente obligado a defender sus derechos, presentando un estado afectivo oscilante, en el que predomina la irascibilidad/irritabilidad/frustración que se alterna con la tristeza/desvalimiento/ angustia-depresión. Es decir, el que “okupen” tu casa es una causa de trastorno psiquiátrico, de los que hasta ahora nadie se ocupa y, al parecer, a nadie importa.
En un estado democrático y de derecho, la ausencia del poder legítimamente coactivo del estado pone en mancha las “vendettas” y la “autodefensa”
Como médico psiquiatra observo en mi práctica profesional cómo las personas que sufren esta situación viven, a medio y largo plazo, un estado depresivo cronificado que requiere un abordaje psicofarmacológico y psicoterapéutico prolongado y a veces complejo, ya que muchos de ellos, aunque recuperen en unos meses (a veces años) su pertenencia, tienen la percepción de que han sido “violados” en su intimidad y de que han profanado una parte esencial de todo ser humano: su hogar.
¿Y el poder?
En un país como el nuestro con un paisaje tan revuelto y en donde valores cívicos y éticos como la honestidad, sinceridad, lealtad están ausentes de la vida social, el que a una persona okupada sufra estas secuelas de un delito pasa desapercibido, pero es una muestra palpable mas de lo enferma que esta la sociedad llamada del “bienestar”.
En un estado democrático y de derecho, la ausencia del poder legítimamente coactivo del estado pone en mancha las “vendettas” y la “autodefensa”. De ahí a la “jungla” el paso no es tan grande como algunos quieren ver. Es la condición humana.
Dr. Jose Carlos Fuertes Rocañin