Pablo Iglesias se olvidó de los ancianos y ahora quiere utilizarlos
Solo hay algo peor que ignorarlos en el peor momento de la pandemia: intentar utilizarlos ahora inventándose un trabajo que el propio Gobierno ha desmentido.
Pablo se vanaglorió en el debate electoral de haber coordinado a la prestigiosa UME, esa división militar especializada en atender todo tipo de emergencias, en la crucial tarea de desinfección de las residencias de mayores, donde tantos de ellos perdieron la vida en la primera ola de la pandemia.
Y donde, por cierto, la mortalidad se ha reducido casi al 100% con la vacuna, buena prueba de aquel drama se remedia ampliando las prestaciones médicas de unos centros, sean públicos, concertados o privados; que no estaba preparados para actuar como hospitales por la sencilla razón de que no era ése el cometido encargado por la Administración: solo con más presupuesto pueden incrementarse sus prestaciones, aunque ocultar esta certeza le haya sido muy útil a la política para tapar su propia responsabilidad.
El caso es que el candidato de Podemos se inventó ese papel o como poco lo magnificó, al menos según el desmentido del propio Ministerio de Defensa: en el informe de quinientas páginas elaborado para documentar cada detalle de la "Operación Balmis", tan eficaz en la salvaguarda de nuestros mayores, no se menciona el supuesto liderazgo de Iglesias y mucho menos su dirección personal del despliegue militar.
Que uno de sus colaboradores señalara en qué residencias había que intervenir, como parece alegar ahora Iglesias para salir del entuerto, no varía la impresión que merece el personaje: casi todas necesitaron la presencia militar, y pretender convertir esa obviedad en una prueba de compromiso y eficacia solo sirve para ahondar en el cinismo y a impostura del personaje.
Iglesias no puede utilizar las residencias que olvidó cuando presumió de unas competencias que, en realidad, no eran suyas
Lo cierto es que Iglesias no visitó ninguna residencia durante la pandemia, no se reunió con los responsables autonómicos para coordinarse ni tampoco con los operadores del sector. Se limitó a criminalizar el servicio, presentándolo como un negocio inhumano en manos de siniestras corporaciones privadas y desechando la reflexión necesaria sobre el servicio que se financia desde la Administración y el que, sin embargo, necesitan nuestros mayores.
Desaparecido
Y lo cierto es que, tras comparecer en público como salvador de las residencias, asumiendo un papel que técnicamente no tenía pero ejerció durante unas horas, desapareció de escena para dejar las residencias a su suerte.
Mientras en España sigue pendiente un debate sensato sobre cómo atender a nuestros mayores con la dignidad y recursos que se merecen, queda claro que para Iglesias solo han existido para aprovecharse de ellos y de su dolor, en vano y cuando ya era tarde.