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Pablo Iglesias debe ser desterrado con los votos de la vida pública española

Los madrileños pueden acabar con un nefasto dirigente que jalea la violencia, la confrontación y el enfrentamiento. Y obligarle a Sánchez a cambiar con urgencia de socios.

Pablo Iglesias, en el cierre de campaña

Pablo Iglesias, en el cierre de campaña

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Resulta simplemente inaceptable que un líder político, y con él su partido, comprendan, disculpen o incluso jaleen la violencia. Y eso es precisamente lo que, desde hace años, han venido haciendo y Podemos, un partido que nació con unos fines y se ha dejado arrastrar por la deriva cesarista, antisistema y marginal de un indeseable que ha privatizado, en beneficio propio, el espíritu germinal del 15M.En estos años, el hasta hace nada vicepresidente segundo del Gobierno de España y ahora aspirante a presidir la Comunidad de Madrid; se ha puesto siempre en el lado incorrecto: comprensivo con ETA o sus herederos e inhumano con sus víctimas; cercano a los CDR y a todos los agitadores y distante con los comerciantes o vecinos que han sufrido sus estragos.

Y guerracivilista con sus rivales constitucionales, desde el PP a VOX pasando por Ciudadanos; y encantado con siglas como Bildu o ERC que defienden abiertamente el derribo de la Constitución, la fractura de España e, incluso, el enfrentamiento abierto contra el orden público.

Madrid puede enviar al olvido a Iglesias y obligar a Sánchez a cambiar de socios, de discurso y de objetivos

Ese penoso currículo ya le hacía antes indigno de ostentar cualquier representación pública. Y retrata a la perfección a Pedro Sánchez, que no ha hecho otra cosa que blanquear a Iglesias y al pesado equipaje que le acompaña con tal de alcanzar y mantener sus objetivos.

Sánchez debe cambiar el rumbo

Pero si a todo eso se le añade la confirmación de que dos colaboradores de Iglesias estaban entre los trece detenidos por herir a 20 policías en un mitin en Vallecas; el escándalo no tiene precedentes. Y la cobertura ofrecida por el Gobierno, que calló los hechos mientras activaba una bochornosa "alerta antifascista" sirviéndose de residuales amenazas anónimas; rebasa todas las líneas rojas y pone en riesgo la propia salud de la democracia.Los madrileños tienen la oportunidad de confinar a Iglesias en el olvido. Pero aunque eso no ocurra, el PSOE tiene la obligación de hacerlo por ellos: si alimentar el choque es triste, protagonizarlo es ya irreversible a efectos de aparcar a este lamentable dirigente de todo respeto institucional: con los violentos nada hay que hablar. El silencio, la indiferencia y la ley son las únicas respuestas. Y si Sánchez no es capaz de entenderlo, su futuro será el mismo que el de su penoso socio.

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