Iglesias y Roures juntos: el objetivo es echar a la cuneta a La Sexta
El empresario de cabecera del populismo y el separatismo y el líder caído de Podemos tienen un plan conjunto: derribar a quienes más les ayudaron.
Ahora que el líder de UP podría terminar regresando a lo que de verdad le gusta -el ‘agit-prop’, la popularidad televisiva, los puños de acero mediáticos obviando su barbilla de cristal-, en el sector aventuran que hay un afán revanchista contra la cadena de Atresmedia.
“A pesar de lo que se dice, la relación de Pablo Iglesias con La Sexta, al menos en el último lustro, no ha sido buena”, reconoce una fuente del sector televisivo. Un juicio que es corroborado por algunos exconmilitones del partido morado, hoy bajados o abandonados por Iglesias y su círculo.
Tal vez por eso se comprende el interés del líder podemita por regresar a su etapa dorada, a lo que de verdad le gusta: la crítica, el ‘agit-prop’, televisivo. “Pablo nunca ha dejado de tener hambre de tele”, reconocen quienes han convivido políticamente con él. Tuvo que llegar hasta la Vicepresidencia para aparcar sus veleidades televisivas, explotadas también ahora y en la misma línea por otros políticos como Gabriel Rufián.
Unidos por la inquina
La vinculación de Iglesias y Roures es de sobra conocida. El magnate ha financiado documentales propagandísticos de Fernando León de Aranoa, ha invitado a sus festejos de millonario a sus dirigentes y ha muñido encuentros (reventados por la prensa) en su mansión particular entre los altos dirigentes de UP y ERC. Los medios de Roures están al servicio del partido morado. Pero, además de eso y de la ideología, hay algo más que les une: la inquina hacia La Sexta.
En el caso de Roures, en los últimos años ha visto cómo era arramblado al cajón de los trastos. Atrás quedaron los tiempos en que su segundo, Tatxo Benet, tan pujolista él, se sentaba en el Consejo de Administración. Su penetración en La Sexta también era cortada con una reorganización empresarial mucho más beneficiosa para la plantilla de la cadena. A todo esto, mientras Roures ha ido acumulando negocio cada vez más vinculado al independentismo, La Sexta adoptó una línea crítica con el proceso separatista.
Todo esto sólo contribuyó a un mayor enfado de Roures, conocido por sus escasas dotes diplomáticas y por su falta de mano izquierda ante quienes le llevan la contraria. Pero, sobre todo, por ver cómo su principal línea de negociación, el independentismo, era puesto contra las cuerdas.
Desde entonces, el entorno de Mediapro no ha dejado de predicar que La Sexta fue un arma decisiva para desactivar la propaganda separatista. Y probablemente así fue. Algo que, por otra parte, ha sido una medalla para los directivos de la cadena.
La izquierda mediática tiembla con Roures
Al fin y al cabo, son pocos quienes se atreven a enfrentarse al magnate de Mediapro, y más desde la izquierda en los medios. Ni siquiera los damnificados por él osan levantar la voz. Hay contadas excepciones, con nombres y apellidos: Pere Rusiñol o el propio Antonio García Ferreras.
Porque a Roures, la izquierda mediática le teme. Otros, aunque no simpaticen con él, prefieren no inquietar al monstruo de Mediapro. Le creen demasiado poderoso, muy influyente en su parroquia política. Para otros, es un recurso más si las cosas vienen muy mal.
Da igual que Mediapro esté al borde del precipicio, que su plantilla denuncie o se movilice contra su forma de gestionar o que haya estado ‘pringado’ por escándalos como el del fútbol francés o el que le obligó a abonar una sanción al Departamento de Justicia de EE.UU por sobornos. Las críticas que reciben algunos empresarios por mucho menos se vuelven silencio absoluto en el sector zurdo de los medios. Aunque en privado, en los pasillos, muchos de sus integrantes expresen su desconfianza y comenten con dureza sus andanzas.
Iglesias quiere su Sexta
Lo que Javier Chicote puso negro sobre blanco en ‘ABC’ la semana pasada era algo bastante conocido en el sector televisivo desde, al menos, un par de semanas antes. Los “toques” de Iglesias sirvieron para levantar la liebre y vuelven a demostrar, otra vez más, la permeabilidad del entorno del líder morado. Y, sobre todo, su obsesión por el personaje televisivo.
La ambición de Iglesias, la que su círculo de palmeros más cercano -y cada vez más único- aplaude, es su deseo de competir con La Sexta. “Hubo un tiempo en que se creyó que la cadena era suya. Ha presionado lo que no está escrito pero siempre le han aguantado el pulso”, señala un antiguo correligionario, ahora fuera de la política.
Hay quien recuerda anécdotas cómo la de tener al líder defendiendo la lucha de las “espartanas” de Coca Cola mientras sus acompañantes daban cuenta de este refresco en el catering de la sala de invitados. Ahora, Iglesias se conforma con lanzar a sus hordas virtuales y digitales contra la cadena.
¿Cuál es el principal problema de Iglesias en este sueño? Básicamente, Mediapro. El holding de Roures amenaza ruina y tal vez por eso su pupilo (y posible empleado en breve) ha intentado favorecer un encuentro de Pedro Sánchez con el empresario, que viene reclamando un “rescate”.
Ironías de la vida, el promotor de un partido que nació criticando un posible rescate de la UE a España ahora mendiga el mismo para su empresa. Aunque eso no le impida desembolsar millones en candidaturas futbolísticas como la de Joan Laporta en el Barça.
La curiosidad
Hasta ahora, que se sepa, Sánchez ha rechazado verse con Roures, y menos con Iglesias ya fuera del Gobierno. Porque Roures, como le han recordado al presidente del Gobierno, sigue teniendo el estigma de ser la pata mediática del proceso separatista.
Junto a esto, y como ha señalado algún portal especializado, hay que recordar que los dos principales canales que gestiona Mediapro (Gol TV y Ten) están alquilados a Unidad Editorial y a Secuoya, empresas con un perfil muy distinto, sino radicalmente contrario, al ‘agit-prop’ que representa Iglesias y su hipotético proyecto televisivo.
Con estos mimbres, el regreso de Iglesias como un nuevo Javier Sardá es contemplado con extrema curiosidad. Que es lo menos que se puede decir.