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No se puede estar con las víctimas y pactar con Otegi a la vez

España paga una deuda con la creación del Centro Memorial de las Víctimas de ETA, pero el Gobierno la mancilla pactando casi todo con los amigos del terror.

Los Reyes, con Sánchez y Urkullu

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Los Reyes inauguraron en Vitoria el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, sin duda un hito para entender la magnitud del fenómeno, las secuelas que dejó y las enseñanzas que impone. Y un acto de justicia elemental con quienes encarnan, como nadie, la resistencia de la democracia al totalitarismo.Los ataques del entorno de Bildu a un lugar para recordar el horror y rendir tributo a sus mártires prueban la necesidad del centro y, aún más, la falta de homologación del mundo abertzale con el Estado de Derecho.

El diario Gara, que exigió equiparar a las víctimas de ETA con los terroristas muertos en sus acciones violentas y a pedir que ambos compartieran espacio, ha llegado a decir que el Memorial está destinado a “blanquear la violencia del Estado”. Un insulto a sumar a los homenajes que los etarras reciben al volver a sus pueblos, tras ser trasladados a cárceles cercanas por las medidas de gracia de Moncloa.

No se puede estar con las víctimas y pactando con Bildu a la vez, mientras intenta equiparar a los terroristas con sus asesinados

No parece compatible, para el Gobierno, honrar a las víctimas y a la vez “indultar políticamente” a los socios de sus verdugos: que Bildu pueda estar en las instituciones es una cosa, tal vez inevitable; que se la elija como aliado es otra bien distinta que define a quien lo hace.

Abucheos a Sánchez

Sánchez y Marlaska fueron recibidos en Vitoria entre abucheos: su política penitenciaria en favor de los terroristas y sus pactos con Bildu marcan más su trayectoria reciente que su apuesta por la memoria de las víctimas. Y legitiman las protestas de quienes, con razón, se sienten humillados.Porque escuchar el digno mensaje del Rey pero no practicarlo y, a la vez, tener el desparpajo de fotografiarse junto a la reproducción del bulo de Ortega Lara; retrata a un presidente con poco pudor pero unas tragaderas sin límite.