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Pedro Sánchez blanquea al separatismo y alimenta como nadie sus objetivos

Ni hay arrepentimiento ni hay rectificación: el independentismo cambia de estrategia impulsado por la certeza de que no necesita saltarse la ley mientras Sánchez sea presidente.

Pere Aragonés y Pedro Sánchez

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PSOE y ERC escenificaron su “pacto de los indultos” en Barcelona con una imagen de Pedro Sánchez y Pere Aragonés saludándose, completada por un artículo de Oriol Junqueras intentando dirigir al independentismo hacia el referéndum pactado y alejarlo de la vía unilateral.

Más allá de la retórica desplegada, más próxima al paripé artificial que a cualquier deseo sincero de "concordia", lo sustantivo es que el independentismo va a lograr medidas de gracia en contra del Tribunal Supremo; sin arrepentirse y sin renunciar a nada.

La vía unilateral no acaba por la renuncia voluntaria del nacionalismo ni por su deseo de concordia, sino por la acción de la Justicia y la solidez legal de la Constitución. Apostar ahora por otras vías responde a la aceptación de que es imposible la independencia a la fuerza y a la sensación de que, a cambio de apoyar a Pedro Sánchez, puede avanzar en ella de otra manera, sin descartar nunca la anterior si no se cumplen los objetivos.

Sánchez ha hecho ya la peor y más grave concesión al separatismo: indultarlo y legitimarlo a la vez

Por ejemplo, forzando un referéndum “a la escocesa” que ahora es ilegal e inconstitucional o elevando el Estatut a la categoría de "Constitución" catalana, con un engendro político insolidario y probablemente ilegal que sin embargo está en la agenda del Gobierno.

Mientras Sánchez pretende hacer ver un imposible para salvar su deteriorada imagen: que el independentismo puede dejar de ser independentista. Un despropósito, amén de una falsedad, que legitima un movimiento perverso y blanquea sus inaceptables fines.

Que el presidente lo hace todo para sobrevivir, pues depende desde 2018 del nacionalismo más montaraz de Europa, es tan cierto como que, a cambio de una distensión táctica y provisional, ha refrendado como nadie una hoja de ruta separatista que sigue siendo la misma, o peor, pero ha descubierto que le resulta más rentable cambiar la ley desde Moncloa que saltársela a las bravas desde la Generalitat.