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Ely del valle

Echando raíces una vez más

Toda mudanza es a la vez una pesadilla mientras dura y una oportunidad para el futuro

Echando raíces una vez más

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Estoy de mudanza, que es lo mismo que decir que estoy pasando página. O mejor aun, cerrando otro capítulo. En el lugar que ahora dejo se quedan muchas alegría, algún momento que otro amargo, realidades que un día fueron sueños y certezas que resultaron no serlo tanto. En el nuevo, supongo que me espera lo mismo aunque con otro nombre, otra cara y otra perspectiva .

Cambiar de casa es como mudarse de piel o como vivir otra nochevieja. El balance es inevitable, y una se siente como Dory ante al camino de baldosas amarillas, sin saber qué hacer ante esos objetos que aparecen como por arte de magia en cajones que habíamos olvidado, y que son mucho más que eso porque tienen una historia detrás que es parte de la nuestra, y otros que han seguido ahí, formando parte del paisaje cotidiano sin que sepamos explicarnos por qué ante su inutilidad.

Decidir cuáles nos van a acompañar y qué otros se quedarán en el contenedor más cercano es una catarsis, una limpieza de recuerdos que es la más difícil de todas porque siempre nos queda la duda si la elección que hacemos es la correcta.

Si algo bueno tenían las casas de nuestros abuelos eran aquellos desvanes inmensos en los que echaba raíces el árbol genealógico de toda la familia. Las casas modernas, sin embargo, nos obligan a prescindir de nuestro pasado, de aquellos apuntes de la universidad en los que nos dejamos los ojos y alguna que otra cerveza; de la cuna del niño que ahora saca los pies de una cama de 1,90; de las cortinas que ya no hay manera de que encajen en unas ventanas que no son de su talla…

Soy de las que creen firmemente en las historias de amor con las casas; en que te quieren y te abrazan convirtiéndose en un hogar o te cogen tirria y te hacen la vida imposible quizá porque entre sus paredes ha habido mucha amargura que queda impregnada entre sus paredes por mucha pintura que le eches después.

Si algo bueno tenían las casas de nuestros abuelos eran aquellos desvanes inmensos en los que echaba raíces el árbol genealógico de toda la familia

De mi casa nueva espero lo mejor después de haber hablado mucho con ella. Cuento con la ventaja de que no tiene otro pasado que el que yo vaya construyendo con ella en los próximos años. Le he explicado que en las cajas que van llegando está lo que soy y lo que todavía me queda por ser; que nos cuidaremos mutuamente; que las personas necesitamos algo más que paredes, tejas y azulejos; que es cosa de ella arroparnos y cosa nuestra remozarla de alegría y planes de futuro.

De la que hasta ahora ha sido testigo de la intimidad de mi familia me despediré en unos días abrazando sus paredes y dándole las gracias por los buenos momentos vividos. En el contenedor de la esquina quedará lo superfluo, lo que hemos ido acumulando inútilmente, todo aquello que ya ha cumplido su función y de lo que hay que desprenderse cada cierto tiempo para que el equipaje sea ligero y corra el aire. El futuro está ahí, a la vuelta de la esquina, y bajo un nuevo techo que consagraré a los lares para que sea largo y fructífero. Adiós casa; hola casa. Echando raíces una vez más.

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