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La "Mesa del diálogo" puentea a las instituciones españolas y presagia lo peor

El independentismo no va a dejar de serlo y las concesiones de Sánchez, derribando todas las barreras constitucionales, le coloca en una posición de fuerza que sabrá utilizar.

Pedro Sánchez y Pere Aragonés, en Moncloa

Pedro Sánchez y Pere Aragonés, en Moncloa

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Que el presidente del Gobierno reciba en La Moncloa con artificial normalidad a un dirigente que, horas antes, ha despreciado al Rey y defiende abiertamente la demolición de la Constitución; es una anomalía a la que Pedro Sánchez ha intentado acostumbrarnos desde hace años.En concreto desde que, en 2018, aceptó llegar a la Presidencia con una moción de censura respaldada por los partidos independentistas y populistas a los que desde entonces se ha plegado.No apela a la concordia reunirse con Pere Aragonés sin ningún gesto de aceptación constitucional de éste; como tampoco la siembran la concesión de los indultos o el asalto en marcha al Tribunal de Cuentas para anular también las responsabilidades económicas de los procesados por el Golpe institucional en Cataluña.Para que esa convivencia fuera posible, a la generosidad del Estado debiera corresponderle un acatamiento de las normas desde el separatismo que no existe, sino todo lo contrario: Sánchez no ha distendido nada; se ha limitado a ganar tiempo a cambio de alimentar una vía alternativa a la unilateral, que es la pactada.

Y que esa opción tampoco tenga futuro al corto plazo no es nada tranquilizador, pues a la tradicional resistencia del nacionalismo se le ha añadido ahora una legitimidad infausta concedida por el Gobierno: tarden poco o mucho en volver a las andadas, cuando lo hagan será con la Justicia debilitada; las sentencias anuladas; el blanqueamiento político de sus objetivos y el Estado de Derecho achantado por un presidente que ha suscrito el perverso relato de la "represión".

Después de tatas concesiones, nadie en su sano juicio puede creerse que, de repente, el diálogo versará sobre la financiación de Cataluña.

Renunciar a la legalidad, como ha hecho Sánchez, equivale a legalizar los objetivos del secesionismo, rindiéndose en la batalla de las ideas y los principios que debería mover al Gobierno. Y avala un "diálogo" artificial con la hoja de ruta elegida por los indultados.En ese sentido, anunciar una "Mesa del diálogo" para septiembre, al margen de las instituciones y marcada por el orden del día de ERC, es un despropósito más de consecuencias inquietantes, agravado por la sensación de que Sánchez vuelve a mentir a la opinión pública tras su encuentro con Aragonés: la portavoz del presidente niega que ambos dirigentes hablaran de "referéndum y autodeterminación"; pero el titular de la Generalitat confirma que lo hicieron y que ése será el núcleo de la negociación en adelante.

"Diálogo" al margen del Congreso

Viendo todas las concesiones de Sánchez en este tiempo, y repasando una a una todas las barreras constitucionales que él mismo ha derribado para garantizarse el respaldo nacionalista, nadie en su sano juicio puede creerse que, de repente, el diálogo versará sobre la financiación de Cataluña.Que el jefe del Ejecutivo prescinda del Congreso y del Parlament para este viaje y opte por reuniones bilaterales fuera de las Cámaras anuncia nubes en el horizonte de quienes sienten que la Constitución, la convivencia y la ley empiezan a ser artículos de saldo y cambalache para un presidente dispuesto a casi todo con tal de no perder los votos que le llevaron al cargo.

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