No contento con los indultos, Sánchez además alimenta un referéndum
Consiga o no su objetivo ya el separatismo, Sánchez está dejando todo sembrado para que lo haga en cualquier momento: le ha concedido ya lo peor, la legitimidad.
Apenas 24 horas después de negar en el Congreso la convocatoria de un referéndum de autodeterminación, el Gobierno de Sánchez ha aceptado la celebración de algún tipo de consulta en Cataluña que satisfaga mínimamente al insaciable independentismo.Lo han confirmado la vicepresidenta Carmen Calvo y el ministro Miquel Iceta, pero sobre todo lo ha hecho el propio Sánchez con todas y cada una de las decisiones que ha adoptado, en este ámbito, desde que en 2018 llegara a la Presidencia con una moción de censura respaldada por el separatismo, con el que está en eterna deuda.Resulta sorprendente la temeridad de Sánchez, siempre dispuesto a soplar y sorber a la vez, lo que en este caso se traduce en un peligroso juego con el que pretende saciar a los secesionistas y al resto de los españoles a la vez, fabulando con algún tipo de "referéndum" que signifique lo uno y lo contrario según el receptor de su dádiva.
Ignora el presidente, o quiere ignorar, que el éxito futuro del separatismo catalán no depende tanto de la utilidad inmediata de las concesiones cuanto de la legitimación de su objetivo: si se indulta a golpistas; se transforman la persecución de sus abusos en represión estatal y se acepta el derecho a decidir privativo de los catalanes, en la modalidad que sea; se les ha concedido ya su mayor victoria.
Sánchez ya le ha dado al separatismo su mayor victoria: la legitimidad para lograr su objetivo, antes o después, de una forma u otra
Porque Sánchez viene a darles la razón, aunque les recuerde los límites administrativos y jurídicos de un sistema constitucional que además deteriora a diario: si se renuncia al argumento principal, que la ley no es otra cosa que la manifestación escrita de unos valores democráticos, históricos y sociales; antes o después se adaptará el procedimiento a los postulados que debieran combatirse.
La temeridad de Sánchez
La temeridad del Gobierno, que tramita un asunto estructural como otro de sus apaños coyunturales, tiene difícil remedio: en tres años ha logrado que el separatismo tenga abierta la "vía pactada" sin renuncia a la unilateral; ha blanqueado a los cabecillas del procés mientras estigmatizaba a los servidores públicos que les frenaban y, lo peor, ha edificado su llegada y permanencia en La Moncloa en el respaldo de quienes, a cambio, piden y reciben sin límites.La huella del sanchismo en este asunto será larga y terrible: si logra permanecer en el poder a futuro, será a cambio de seguir destruyendo los pilares del Estado de Derecho. Y si no lo hace, habrá invitado al separatismo a aumentar su escalada contra el siguiente Gobierno, ya sin los miramientos tactistas que han tenido con él por mero interés: ¿Para qué encabezar otro alzamiento si este nuevo "procés" se impulsa desde Moncloa?