Sánchez revoluciona el Gobierno para tapar que el gran problema es él
El frívolo entusiasmo con que Pedro Sánchez ha pretendido vender que la mayor crisis sanitaria y económica de España era una gran oportunidad, resumida en el hiriente lema "Salimos más fuertes", ha quedado anulado y respondido por él mismo con una aparatosa decisión que, bien mirado, es una confesión de culpa en toda regla.
Porque cuando alguien necesita cambiar a su vicepresidente primero, a su jefe de gabinete, a su mano derecha en el PSOE, a la presidenta del Senado y a un llamativo número de ministros, todo de una tacada; lo que está confirmando es que todo eso que negaba, con temeridad, era cierto.
Desde la acción política general hasta la gestión territorial, judicial o educativa; todo ha quedado en evidencia con una profunda remodelación del Gobierno que viene a reconocer la profundidad de los problemas y la ausencia de respuestas, salvo para agravarlos.
¿Qué mensaje encierra, si no, quitar a los responsables de la acción en Cataluña días después de conceder los indultos, alimentar la posibilidad de un referéndum y entregarse sin resuello a la hoja de ruta del independentismo: ¿O relevar a la vez a Calvo, Ábalos y Redondo; sus generales con más estrellas en la burda guerra ideológica, llena de trincheras, que define al propio Sánchez desde su llegada al poder?
Mantiene a todo Podemos
La enmienda a la totalidad de su carrera se la ha hecho el propio Sánchez a sí mismo, incompleta por el mantenimiento de todos los ministros de Podemos; en una prueba del sometimiento inevitable a su socio de Gobierno: no haber podido relevar también a ministros tan lamentables como Belarra, Garzón, Castells o Montero refleja el insoportable peaje que ha de abonar, quizá para siempre, a esa tétrica combinación de populismo y nacionalismo que define sus alianzas.
El problema de España es Pedro Sánchez, un dirigente frívolo incapaz de suscitar la más mínima confianza y estabilidad
Pero no hay que engañarse. Nada de lo hecho hasta ahora por el peor Gobierno de la democracia, incapaz de atender los problemas reales pero muy ducho en fabular con otros inexistentes marcados por sectarismo; ha sido a pesar del presidente. Al contrario, él ha sido el principal inductor y sus colaboradores unos meros ejecutores de su política.
Y mientras Sánchez esté al frente, no habrá operación cosmética suficientemente intensa para tapar su trayectoria. Que a estas alturas pretenda hacer como si nada hubiese tenido que ver con él y como si la herida abierta por su gestión pudiera cerrarse con unos cuantos cambios; termina de definirle como un dirigente superficial, con poco respeto por la ciudadanía e incapaz de suscitar un mínimo de confianza. Todo lo que no sea convocar Elecciones Generales, en fin, es otro episodio de su eterna campaña de marketing.