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El Gobierno convierte la educación en una herramienta de ingeniería social

Sánchez quiere transformar las aulas en laboratorios políticos para adaptar a los ciudadanos, desde la infancia, a un patrón ideológico perverso y hegemónico.

Pedro Sánchez

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El Gobierno está haciendo con la lo que ha pretendido hacer con la Justicia y lo que ya ha logrado con incontables instituciones, organismos y poderes del Estado: colonizarlos y ponerlos al servicio de un monocultivo ideológico que modele a los ciudadanos, ya desde la infancia, con arreglo a un canon único cercano al suyo.Si la Ley Celaá, impuesta en tiempo récord y de obligatoria implantación el próximo curso, resume esa vocación invasiva y sectaria al acosar a la escuela concertada y a su 25% de alumnos; su desarrollo mediante decretos e imposiciones añade presión y desvela la perversa intención global de transformar la educación en una herramienta de ingeniería social.

La destrucción del mérito y la capacidad como ingredientes del progreso educativo y la victimización del alumno, a quien se concederá el paso de curso con suspensos, ya resume la vocación de la LOMLOE: reducir el necesario esfuerzo para lograr, a cambio, una fidelidad ovina al Gobierno que hace el regalo.

Al Gobierno no le preocupan ni el abandono ni el fracaso escolar: solo convertir las aulas en laboratorios ideológicos

Y eso se confirma con decretos tan delirantes como el que convierte las Matemáticas en una mera excusa para sembrar una visión torticera de los valores de la igualdad o la inclusión: sacrificar el valor de esta asignatura para aprender a pensar con lógica para priorizar la "perspectiva de género" es un bochorno que ninguna sociedad europea, plena de esos valores, tolera en sus aulas.

Ya tenemos una Constitución

Como tampoco pervertir principios ya presentes en la Constitución para, mediante nuevas asignaturas, construir un nuevo "espíritu nacional" sustentado en una interpretación sectaria de la memoria histórica y tendenciosa de la educación sexual, nacida de la misma sentina que ha impulsado la lamentable Ley Trans o la abusiva Ley de Libertad Sexual.La sociedad española ya es tolerante y no necesita coactivas lecciones constantes de gobernantes sectarios que se arrogan la propiedad de valores compartidos y, desde un neopuritanismo nada progresista, tratan de modelar conciencias a su antojo. Rebelarse contra eso no es algo meramente ideológico: la libertad, aquí puesta en entredicho, ha de ser defendida por todos frente a aquellos que, con excusas de toda laya, en realidad pretenden restringirla.