El eterno desprecio del Gobierno a la democracia y al verdadero diálogo
Sánchez se ausenta del Congreso en un debate crucial pero permite que Rufián o Matute, de ERC y Bildu, expongan en la tribuna su extorsión a España en marcha.
El presidente del Gobierno se ha ausentado del debate en el Congreso sobre los Presupuestos Generales del Estado, lo que unido a la suspensión del Debate del Estado de la Nación -que ni ha convocado ni parece querer convocar-, ofrece una imagen muy poco democrática de Pedro Sánchez, más dispuesto a tragar con ERC y Bildu que a dialogar con la oposición en busca de mayorías.
Su ausencia no es un desprecio a su rival, Pablo Casado, sino al conjunto de los españoles: todos, también sus votantes, tienen derecho a escuchar del presidente del Gobierno una explicación detallada de algo que va a marcar sus vidas y el futuro inmediato de España, en un momento de incertidumbres económicas de primera magnitud.
No hay ninguna justificación para el comportamiento despectivo de Sánchez, que merece ser calificado de dejación de funciones. Y que enlaza con una actitud irrespetuosa, como poco, con demasiadas instituciones y organismos del Estado a los que ignora, denigra o desatiende.
Desde el Constitucional con los Estados de Alarma hasta el Consejo de Transparencia, la Audiencia Nacional, el Poder Judicial o el Parlamento; nada parece merecerle respeto a un presidente distinguido por su tendencia al cesarismo.
Sánchez no desprecia solo al Parlamento con sus ausencias en momentos clave: también a los españoles, incluidos sus votantes
A todo eso se le añaden las dudas, cuando no certezas, sobre los propios Presupuestos, carentes por completo de credibilidad desde su nacimiento al consignar un gasto desmedido justificado en unos ingresos inexistentes: ni con la mejor recaudación histórica de España, se alcanzaría a cubrir el gasto previsto.
Sometidos a ERC y Bildu
Lo dicen el Banco de España, la OCDE, el FMI y Bruselas. Y agrava la situación la inflación desmedida y la crisis mundial de suministro, que acentúan aún más la inconsistencia de las cuentas de Sánchez y las convierten en una mera campaña de propaganda y una herramienta para financiar sus peajes con sus egoístas socios y aliados.
Con ese panorama, lo razonable sería enmendar los Presupuestos y buscar acuerdos de mayorías. En su lugar, Sánchez insiste en el mayúsculo error y, lejos de abrir un gran diálogo nacional, se marcha del Congreso y tolera que los independentistas Rufián y Matute, desde la magna tribuna, le restrieguen públicamente la extorsión en marcha para que él se mantenga al frente de un Gobierno indigno.