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El PSOE le quita a Cataluña a uno de los últimos constitucionalistas que tenía

El bochornoso desalojo de García Albiol en Badalona confirma la costumbre del PSOE de pactar con los peores para lograr un beneficio personal que perjudica al resto.

García Albiol, al ser relevado

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El PSOE se ha hecho con la alcaldía de Badalona gracias al voto de las CUP y Junts, decisivos para que prosperara su moción de censura contra el popular Xavier García Albiol. Los socialistas, terceros en las urnas, acceden a la alcaldía con un pacto muy polémico que demuestra, una vez más, su tendencia a aceptar cualquier apoyo con tal de lograr su objetivo.

El propio Sánchez, aupado por ERC, Bildu y Podemos, es el mejor ejemplo de ello. Y marca un precedente, increíble en el PSOE de hace apenas cinco años, que sus compañeros aprovechan en cualquier punto de España.

La excusa para derribar a Albiol, el único alcalde popular de una ciudad importante de Cataluña, ha sido su aparición como apoderado en una empresa citada en los llamados “Papeles de Pandora”, donde aparecen personalidades y empresarios que se han servido de todo tipo de argucias legales e internacionales para pagar menos a Hacienda.

Haber derribado a Albiol es una victoria del separatismo que extiende el “monocultivo ideológico” en Cataluña y quita a la Constitución uno de sus últimos defensores allí

En el caso de Albiol, su participación fue simbólica: ni tuvo actividad ni obtuvo ingreso alguno ni, desde luego, cometió ningún tipo de delito ni de falta. Aplicarle primero la “pena de Telediario” y después apartarle de la alcaldía no obedece, pues, a razones objetivas, sino a excusas infladas para obtener un resultado negado en las urnas.

El monocultivo

Y el PSOE, que desecha medidas para casos mucho más graves y admite como socios a condenados como Otegi, Echenique o Isa Serra; se suma al nacionalismo en una deriva preocupante: mantener a un alcalde constitucionalista en Cataluña era un beneficio evidente para presentar oposición al independentismo. Fuera del PSOE o del PP.

Haberlo derribado es, pues, una victoria del separatismo que extiende el “monocultivo ideológico” en Cataluña y quita a la Constitución uno de sus últimos defensores desde un puesto institucional relevante. Una lástima para los damnificados. Y una vergüenza para los inductores.