Con los Cuerpos de Seguridad; con la ciudadanía
Policías y guardias civiles salen a la calle a protestar contra la derogación de la Ley de Seguridad Ciudadana: tienen toda la razón y merecen el respaldo de toda la ciudadanía.
Los violentos altercados de Cádiz son la mejor prueba de la necesidad de disponer de una legislación que proteja la difícil misión de los Cuerpos de Seguridad del Estado, que el miércoles se manifestaron en las Delegaciones del Gobierno para protestar por la inminente derogación de la Ley de Seguridad Ciudadana y este sábado lo harán de forma masiva en toda España.
Con el respaldo de PP, Vox y Cs; policías y guardias civiles se quejan del evidente perjuicio que supone, en tiempos de especial conflictividad; devaluar o anular su autoridad y, paralelamente, reforzar a los alborotadores con el pretexto de que son simples manifestantes.
Cuando entre en vigor la ley, los Cuerpos de Seguridad no podrán grabar a nadie; las manifestaciones no necesitarán permiso y los agentes perderán la presunción de veracidad: en la práctica, su labor pasa a estar bajo sospecha preventiva y la de los posibles alborotadores, por el contrario, gozará de credibilidad.
Hay que apoyar a los Cuerpos de Seguridad del Estado por ellos, que lo merecen, y por los ciudadanos, que quedan indefensos
La derogación no responde a los supuestos excesos de la Ley de Seguridad Ciudadana vigente, que no limita ningún derecho ni coarta libertades: simplemente regula un catálogo de multas administrativas para excesos peligrosos para el orden público. En Madrid, con esa normativa, ha habido incluso diez manifestaciones diarias.
Tienen todo el apoyo
La oposición se ha comprometido a derogar la “contrarreforma”, impulsada por los mismos círculos políticos que, en el pasado, defendieron campañas como “Rodea el Congreso” o consideran “víctimas de la represión” a agitadores condenados como Alfon, Bódalo o Rodrigo Lanza.
Por todo ello los Cuerpos de Seguridad salen a las calles de nuevo, entre el reconocimiento de una ciudadanía que puede ser la gran perjudicada por la eliminación de una ley que, con un cambio de Gobierno, da carta verde a los habituales agitadores ahora más escondidos. Y hay que estar con ellos.