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Otro desastre sanitario de Pedro Sánchez en puertas de la Navidad

El presidente vuelve a hacer de espectador en la pandemia y ni toma las riendas si la emergencia sanitaria es horrible ni calma a la ciudadanía si no lo es gracias a las vacunas.

Pedro Sánchez en la Conferencia de Presidentes

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Que el presidente Sánchez se haya limitado a anunciar la imposición de la mascarilla obligatoria al aire libre como única medida, en vísperas de la Navidad y con los contagios de la "sexta ola" debocados, lo dice todo una vez más de un dirigente que solo sabe moverse en el terreno de la propaganda.

Y cuando los problemas de verdad le desbordan, o mira para otro lado, o cubre el expediente o se lo traslada a otros, en este caso a los presidentes autonómicos, reunidos en una conferencia tardía, hueca y más destinada a camuflar las profundas lagunas del Gobierno que a atender con diligencia la emergencia sanitaria.

Todo lo que hace o no hace Sánchez parece apuntar a que ómicron es terrible a efectos cuantitativos de contagio; pero poco relevante en términos de gravedad por la eficacia de las vacunas. Pero todo lo que dice o calla, sin embargo, parece ir destinado a mantener un estado de pánico generalizado y fruto de la poca claridad en los discursos y las medidas.

Es decir, el presidente ni atiende la emergencia como parece reclamar la situación escuchando al Gobierno y a los medios de comunicación más próximos; ni rebaja su dimensión, como insiste buena parte de la comunidad científica y parecen atestiguar las cifras de ingresos en UCI y de mortalidad, en tasas muy reducidas.

Lo que no se puede hacer es extender el miedo y permitir que la ciudadanía no sepa a qué atenerse y no entienda, del todo, si lo que está pasando es un nuevo drama o los coletazos de la pandemia

La incógnita es por qué Sánchez opta por ese relato, que ha conseguido concentrar la atención pública que, hasta hace bien poco, se dirigía a otros formidables problemas muy negativos para La Moncloa, como el desmedido precio de la luz o la más que incierta situación económica de España.

En todo caso, y si la revisión semanal de tasas segmentadas por edad, gravedad y estado de inmunización no varían; puede afirmarse que el impacto de la nueva variante es terrible en términos de incidencia pero minoritario a efectos de supervivencia. Y quizá eso explique la resistencia a aplicar restricciones más severas.

Confundir a la ciudadanía

Si el problema es el impacto de la pandemia de contagios en la atención primaria, más que la severidad de la nueva ola, debería decirse con claridad y adoptar medidas acordes a esa situación, entre otras la de desaconsejar acudir al ambulatorio, incluso contagiado, si no se desarrollan síntomas y se puede guardar cuarentena en el domicilio propio sin agotar recursos sanitarios. O facilitar el procedimiento de baja médica sin saturar con trabajo administrativo a los profesionales de la Sanidad.

Lo que no se puede hacer es extender el miedo, tomar medidas absurdas, desechar sin explicar otras más contundentes, abandonar a su suerte a los presidentes autonómicos y permitir que la ciudadanía no sepa a qué atenerse y no entienda, del todo, si lo que está pasando es un nuevo drama o los coletazos relativos de una pandemia agotadora.

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