El problema no es Garzón, es Sánchez por nombrarle y mantenerle
Es inaceptable la continuidad de un ministro que, de manera irresponsable y con falsedades, perjudica a un sector clave y a la imagen internacional de España.
La difícil convivencia entre el PSOE y Podemos vive en estos días un nuevo episodio a cuenta de la polémica de Alberto Garzón, que ha incendiado las relaciones del sector agroalimentario y ganadero con el Gobierno, de manera irresponsable, falaz y muy dañina.
Si para los afectados el presidente ha sido condescendiente con el ministro de Consumo, cuando no cómplice, por limitarse a rechazar sus declaraciones sobre la carne española y la ganadería intensiva, para Podemos ha cometido un acto de deslealtad al negarse a defenderlo.
Las tensiones entre ambos socios son habituales, a cuento de la Ley de Vivienda o de la Corona, entre otros ejemplos, pero nunca llegan a la fractura: esto puede indicar que, más que diferencias reales, hay un reparto de papeles para que cada partido atienda y movilice a su potencial clientela electoral. O bien que se soportarán lo que haga falta, ahora y en el futuro, para garantizarse sus respectivos estatus.
Sánchez lleva desde 2015 pactando todo con Podemos. Y por eso él es responsable directo de excesos como los de Garzón
Lo cierto es que Sánchez lleva desde las Elecciones Municipales de 2015 pactando todo con Podemos y, desde 2018, añadiendo a la alianza a todos los partidos independentistas. Y según todos los sondeos, la única fórmula que Sánchez tendrá en el futuro para aspirar a la reelección es repetir con esos socios y aliados.
Un daño internacional
Mientras, queda sin dirimirse el objeto de la polémica, resumido en una pregunta: ¿Se puede ser ministro de España y dañar la imagen internacional de uno de sus sectores más relevantes con unas apreciaciones incompatibles con la realidad y basadas en prejuicios ideológicos?
La continuidad de Garzón, que ha atacado al sector ganadero sin mostrar un caso concreto de exportación de carne de mala calidad y de maltrato animal, retrata la naturaleza de Sánchez: intenta distanciarse en apariencia de su socios, instalados en el exceso ideológico siempre, pero en la práctica les mantiene y suscribe buena parte de su agenda.