Los torturadores de la inocencia
Antes de la mayoría de edad se han hecho muchas cosas y sin embargo está todo por hacer. Una vida por delante y una etapa irrecuperable que dejamos por la popa.
Existe un momento, pasada esa línea de sombra, en que te da vértigo pensar que nunca más vas a tener 18 años. Habrá otras etapas, vendrán tiempos mejores y también más oscuros, pero ya jamás tus dieciocho, ese punto de quiebre. Esa frontera donde todo empieza. Cumplida la mayoría, te crees ya preparado para todo, maduro, confiado, adulto altivo, aunque estés bailando en el lomo mismo del precipicio.
Y que la vida iba en serio uno lo empieza a comprender tarde o temprano, como vaticinaba Gil de Biedma. Sobre todo, tarde. Cuando la infancia ya no tiene remedio y la adolescencia boquea en la memoria con su historial de turbulencias, cornadas y caricias.
Hasta los 18 nos ha dado tiempo a enamorarnos y a bajar de golpe de los altares de la ensoñación, a experimentar el ruido y la furia, pasiones efímeras, a jugar a la rebeldía y ¡Viva el Che!, paladín de la libertad, y a sospechar que hay otro tipo de insumisión contra la barbarie. A tener certezas y a perderlas. Tinta tatuada a escondidas, amaneceres entrando a hurtadillas, pieles y noches etéreas, olor a verano y a sal marina.
Para los menores abusados sexualmente bajo la tutela de administraciones de distintas comunidades la llegada a esa frontera, más sentimental que legal, de los 18 no será como las de otros de su edad.
Destrozan el presente y matan el futuro
Habrá que calibrar la cantidad y la profundidad de las cicatrices. Conocer la magnitud del desastre.
Los torturadores de la inocencia son los mayores hijos de puta de este mundo. Y da igual que vengan de particulares, del clero o bajo el rodillo de la izquierda y el nacionalismo. Porque destrozan el presente y matan el futuro.
Como decía William Munny en Sin Perdón: “Le quitas todo lo que tiene, y todo lo que podría llegar a tener”. Ojalá puedan alejarlo como un tiempo borroso, que a esas criaturas nunca les abandone el espíritu de supervivencia, aunque sospecho que lo van a tener muy crudo para volver a confiar en el género humano.
Teresa tenía 14 años cuando cayó en las garras de la ex pareja de la vicepresidenta valenciana, a la que acusa de no darle protección y ocultar la denuncia. Como hicieron otros en Baleares
El llamado 'caso Oltra' convierte la dermis en piel de gallina, porque cuando se pone nombre y rostro al horror, es más fácil sentir cercano y real el espanto. Teresa tenía 14 años cuando cayó en las garras de la ex pareja de la vicepresidenta valenciana, a la que acusa de no darle protección y ocultar la denuncia. Como hicieron otros en Baleares. Ocultar y evitar la intervención de la justicia.
Se dice que, como Teresa, hay 175 menores más, víctimas en régimen de acogimiento. Menores traicionados por quienes debían protegerlos. Pocas decepciones tan crueles, pocos actos tan viles.
Hay algo muy turbio en todo lo que rodea a la industria de la ideología de género. Cada vez es más palmario el hecho de que ese monstruoso negocio y dogma pasa por encima de mujeres y niños por igual, si así es necesario para sus mezquinos intereses, si tienen que proteger a delincuentes de su cuerda, si una brutal violación no se ajusta a los cánones para ser vendida en la ciénaga de su relato a los medios y a la sociedad.
El chorreo de millones malgastados en inútiles
Que la hipocresía ya produce un hedor insoportable, todo es delirio, ofensas a la inteligencia; con un chorreo de millones malgastados en inútiles y trepas ávidos de cargos con carga al dinero público, y su cometido es obsceno, cruel y criminal.
Si la ideología de género y el feminismo radical tienen una base de esperpento, tras la LIVG anticonstitucional y que voltea el estado de Derecho, el aquelarre del 8-M que propició el desastre vírico y los casos de encubrimiento que vamos sabiendo, se ha tornado en algo puramente delictivo.
Espero que no haya paz para los malvados.
comunidad-valenciana/valencia
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