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Djokovic, un mal ejemplo para el mundo y una invitación a tomar medidas

El debate sobre qué hacer con los "antivacunas" no puede seguir posponiéndose en España mientras media Europa adopta medidas.

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La expulsión del tenista Djokovic de Australia, que ha aplicado sus leyes a toda costa con una lección de autoridad al mundo, ha puesto en primer plano definitivamente el debate sobre la vacunación obligatoria o las limitaciones que se puedan imponer a quienes las rechacen.

Austria ha legislado para que, a partir de los 18 años, sea obligatorio vacunarse, bajo advertencia de elevadas multas para quienes incumplan. Y Francia ha aprobado ya una ley que limita el acceso de los “antivacunas” a locales de ocio y restauración o transporte público, en una línea parecida a la que ya estudian o aplican países como Grecia o Italia.

El debate sobre dónde acaban las libertades individuales y hasta dónde pueden llegar las obligaciones públicas siempre es complejo. Y no se le puede conceder al Estado “barra libre” para entrometerse en el ámbito privado con distintas justificaciones.

Es legítimo debatir sobre la vacunación obligatoria o, cuando menos, sobre las restricciones a aplicar a quienes rechacen inmunizarse

Pero en este caso, de emergencia sanitaria, no solo es legítimo, sino también perentorio dar una respuesta: la ciencia ha demostrado, con un alud de datos, que negarse a vacunarse eleva entre cuatro y trece veces el riesgo de desarrollar la enfermedad en el grado más grave.

Contra la temeridad

Y también certifica que la capacidad de contagiar al resto es hasta cuatro veces superior si no se está inmunizado. No hay libertad individual que incluya, pues, el derecho a poner en riesgo a terceros algo que se demuestra en otros ámbitos regulados sin que se amenace por ello el Estado de Derecho: no se puede conducir bebido y sin el “pasaporte” oportuno.

Sirva ese ejemplo para defender la vacunación obligatoria o, cuando menos, las restricciones a los detractores, cuya actitud es dañina para ellos mismos y para el resto: el mundo no puede llenarse de Djokovic temerarios reivindicando derechos menores a costa del derecho a la salud pública y a la propia vida.