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El maltrato a la Infanta Cristina, la doble vara de medir con la Casa Real

El abusivo uso de la intimidad de un ser humano, sea o no Infanta, evidencia la persecución a la propia institución y obliga a decir basta.

La Infanta Cristina e Iñaki Urdangarín, en 2018

La Infanta Cristina e Iñaki Urdangarín, en 2018

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Con un breve y elegante comunicado, la Infanta Cristina e Iñaki Urdangarín acaban de anunciar la “interrupción de su matrimonio”, una fórmula eufemística ya utilizada en su día por la Infanta Elena para confirmar, también, su separación de Jaime de Marichalar.

La hermana e hija de Reyes pidió además, con todo el derecho, respeto a su intimidad, algo que no se ha hecho desde que hace una semana fueran publicadas unas fotografías de su todavía marido paseando con otra mujer.


Cristina de Borbón no tiene más derechos que nadie, como demuestra el calvario judicial que sufrió por el comportamiento de su marido y la condena firme que éste ha cumplido, con tres años de permanencia en prisión por delitos económicos que ya ha pagado.

Pero tampoco puede tener menos derechos. Y sin embargo, el tratamiento recibido en estos días en una parte de la prensa se ha saltado todas las líneas rojas que se respetaban en España, hasta hace poco, incluso para personajes públicos de su relevancia.

Cabe preguntarse si no es momento de criticar la doble vara de medir que se aplica a la Casa Real en general, con el destierro del Rey Juan Carlos como resumen de todo ello.

Nada justifica esa intromisión en su intimidad. Que además demuestra una falta de respeto y de humanidad que se exigen y conceden, con razón, para otros casos de mujeres célebres afectadas por problemas similares.

El maltrato podía haberse evitado, desde luego, si Urdangarín hubiera acelerado la gestión de su separación para evitarle a la Infanta la exhibición por sorpresa de unos hechos probablemente dolorosos para ella. Y de paso, por respeto a la Familia Real, sobrada ya de ataques y polémicas aireados por los adversarios de la Institución.

La doble vara

Pero ni ese error de insensibilidad justifica la ausencia de tacto y solidaridad con una mujer que, lejos de promocionarse con ese matrimonio, perdió su estatus previo por defender a su pareja hasta el último momento. Quizá por eso, con su separación, pueda aspirar a una rehabilitación que todo el mundo entendería.

Por último, cabe preguntarse si no es momento de criticar, ya abiertamente, la doble vara de medir que se aplica a la Casa Real en general, con el destierro del Rey Juan Carlos como triste resumen de todo ello.

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