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Una guerra indecente que obliga a Europa a reaccionar como nunca desde 1939

La invasión de Ucrania contrasta con la tibieza de Europa desafiada como nunca desde la Segunda Guerra Mundial y obligada a cambiar su tradicional indolencia.

Un tanque en Ucrania

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Más de 75 años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, Europa vuelve a sufrir un conflicto bélico de efectos aún imprevisibles pero en todo caso devastadores: la brutal invasión de Ucrania por parte de Rusia, que llega hasta la capital de Kiev e incluye la zona de Chernóbil, es el mayor desafío a la paz mundial desde 1939.

Más allá de las excusas del Kremlin, que dice estar defendiendo sus inexistentes posesiones en la región de Donbás con un discurso entre místico y delirante, lo que estamos viendo es un desafío global a la democracia occidental que discute el orden vigente y pretende imponer uno nuevo, con seguridad más regresivo y menos democrático.

Para entender lo que está en juego hay que abrir el angular y señalar todos los desafíos que, desde distintos lugares del mundo, sufre Occidente por distintas razones, con distintos objetivos, pero con similares consecuencias en términos de retroceso de la libertad.


La desestabilización desde Irán; el retorno talibán a Afganistán; el apogeo del populismo en Latinoamérica; el abandono de Irak; el expansionismo ruso o la hegemonía de China forman parte del mismo fenómeno: se discute abiertamente el papel de las potencias definido por el fin de la Segunda Guerra Mundial y, con ello, los valores que han consolidado desde 1945 la convivencia.

La terrible crisis da una oportunidad a Occidente para rearmar sus valores y encontrar la manera defenderlos sin ampliar los peligros

La actitud de Putin es la consecuencia de la falta de respuesta de Estados Unidos, de Europa y de la herramienta conjunta de ambos, que es la OTAN, a ese pulso que se viene manteniendo desde hace años en distintos escenarios y en distintas modalidades: hoy en una guerra tradicional; pero todos los días es también una guerra cibernética y otra económica.

Más allá de las sanciones

La respuesta internacional a esa cadena de desafíos ha sido tardía e insuficiente, resumida en la renuncia de Estados Unidos a su papel de líder moral del mundo y prolongada por una Unión Europea que sigue instalada en la parálisis y el retardo: ni tiene un proyecto de defensa compartida ni entiende que la hegemonía de sus valores no se puede preservar solo con sanciones económicas.

Pese a todo, la terrible crisis da una oportunidad a Occidente para rearmar sus valores y encontrar la manera defenderlos sin ampliar los peligros: no se trata de duplicar el riesgo de una guerra mundial por acudir a Ucrania militarmente, sino de prepararse para que nunca más se atreva nadie a una escalada tan grave y despectiva. Y mientras, como poco, hay que incrementar la ayuda a Ucrania y explorar la diplomacia con el Kremlin hasta hacerle desistir de sus bárbaras pretensiones.