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¿Y si España deja descansar al Rey Juan Carlos?

El Emérito ha pagado un precio muy alto por su falta ocasional de ejemplaridad y no puede condenársele eternamente, sin juicio, por el testimonio de una indeseable como Corinna.

El Rey Juan Carlos, en 2020

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La decisión de la Justicia británica de negar la inmunidad del Rey Juan Carlos para todo lo que le ocurriera a partir de su abdicación en 2014 tiene más consecuencias políticas domésticas que prácticas: servirá para que determinadas fuerzas políticas redoblen su intento de que se aplique el mismo razonamiento en España, donde el anterior Jefe de Estado no tiene ninguna causa pendiente.

El caso que ha provocado esa decisión no es penal ni comporta delito alguno: es una demanda civil de Corinna por supuesto acoso y hostigamiento que, de avanzar, comportaría una indemnización económica.

El Rey, de ser citado, no tiene obligación de acudir ni sufriría ninguna medida de corte penal, como una orden de busca y captura: es un procedimiento civil, instado por una demandante que ha demostrado sobradamente su codicia económica y que pertenece al mismo ámbito que el comisario Villarejo: ambos han hecho de la insidia, la filtración y la acusación tardía una forma de vida y una manera de defenderse de sus propios problemas judiciales.

Precisamente por la catadura de tales personajes, no debería dársele tanto recorrido a todo lo que hacen. Y mucho menos cuando los mismos que soflaman sus señalamientos a Juan Carlos I, para poder sostener sus campañas de derribo de la Corona, luego denigran su testimonio si va en su contra, como sucede con Podemos.

La ejemplaridad que cabe esperar de un Jefe de Estado explica el coste de sus patinazos, pero en algún momento esa factura debe darse por zanjada

El Rey Emérito ha cometido errores de bulto, pero ningún delito, y los ha asumido y pagado sobradamente con su renuncia a la Corona y un "exilio" forzoso en la misma España que se muestra condescendiente con los terroristas, receptores de múltiples beneficios pese a la protesta sistemática de las víctimas, lanzadas incluso a las calles este fin de semana en una manifestación inevitable.

Un descanso para el Rey

La ejemplaridad que cabe esperar de un Jefe de Estado explica el alto coste de sus patinazos, pero en algún momento esa factura debe darse por zanjada: pocos, por no decir ninguno, ha asumido de forma tan contundente las consecuencias de sus comportamientos menos edificantes. Y nadie, que se recuerde, cuando además ninguno de ellos es de corte penal.

Quizá haya llegado el momento de dejar descansar al Rey, cuya contribución a la democracia merece una tregua, especialmente si la causa de su quebranto en la enésima denuncia de un personaje deplorable.

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