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Reflexiones sobre la República del 14 de abril

La historia nos deja lecciones sobre el pasado republicano, explicaciones del presente monárquico y fundamentos que reflejan la inviabilidad de futuras Repúblicas, como la catalana

Reflexiones sobre la República del 14 de abril

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"Fue en España donde mi generación aprendió que uno puede tener razón y ser derrotado, que la fuerza puede destruir el alma, y que a veces el coraje no obtiene recompensa" (Albert Camus).

Los cinco años de España, como lo ha titulado Julián Marías, en los que transcurrió la II República, y los tres años que duró la guerra civil, sobre los que se han escrito más de 25 volúmenes, sólo superados por los que se han dedicado al descubrimiento y colonización de América, han sido de los períodos más trascendentales de la historia contemporánea de España, lo que explica que cada 14 de abril, en el que este año celebramos también el Jueves Santo, merezca una reflexión profunda y reposada sobre la frustración de la experiencia política de la Primera República, y 60 años más tarde, sobre la II República, a pesar de sus errores, el intento más importante de modernización y europeización de la historia de España (Juan Marichal), al que se han dedicado recientemente dos libros, los del historiador Angel Viñas: “Quien quiso la Guerra Civil” y “El gran error de la República”; y los del profesor administrativista Alejandro Nieto, “La rebelión militar de la Generalitat contra la República” y “La Primera República Española”.

La Constitución Federal de 1873 de la Primera República Española fue un proyecto de constitución de una República Federal, -no confederal, que sólo consideraba a España como Nación y no reconocía el derecho a la autodeterminación de los Estados que la integraban,- redactado principalmente por Emilio Castelar, que no llegó a ser aprobado por las Cortes y que estaba muy influido por la Constitución de los Estados Unidos de 1787.

Alejandro Nieto ha destacado que durante 1873 la política española estuvo dominada y dirigida por los catalanes que no aprovecharon la oportunidad ni en su propio beneficio ni en el de los intereses generales españoles, y que para el imaginario popular solo se recuerda estos tres datos calificados severamente de negativos: la presencia de 4 presidentes y casi una docena de Gobiernos en doce meses, la pintoresca y vergonzante rebelión cantonal de Cartagena, y la entrada del caballo de Pavía en el Congreso.

La Constitución de la Republica de 1931, en su artículo 1º, estableció que la República constituye un estado integral, compatible con la autonomía de los Municipios y de las Regiones, que sólo aprobó los Estatutos de Autonomía de Cataluña (mayo de 1932) y del País Vasco (septiembre de 1936), con un techo competencial muy inferior al de los actuales Estatutos de Autonomía, aprobados al amparo de la Constitución de 1978.

Angel Viñas ha demostrado que la trama civil monárquico-fascista venía preparando y organizando, desde el triunfo del Frente Popular en febrero de 1936, el golpe de Estado y la insurrección militar del 18 de julio de 1936, que, con ayuda de la Alemania nazi y de la Italia fascista, acabó con la República y dio lugar a una larga dictatura; y desvela que el pronunciamiento de julio de 1936 y la guerra civil no fueron inevitables ya que los Gobierno de Azaña y Casares Quiroga pudieron prevenir el golpe pero desoyeron el ruido de sables contra la democracia.

Pero no nos engañemos, ha dicho el catedrático de izquierdas catalán Vicenç Navarro, ahora militante de Podemos, en el diario Público del 24 de junio de 2010: “Las clases dominantes de las diferentes naciones de España se aliaron para derrotar a la República, siendo los nacionalistas conservadores y liberales catalanes de los años treinta los mayores promotores en Catalunya del golpe militar, que persiguió con mayor brutalidad la identidad catalana”.

Azaña denunció que en el alzamiento militar los catalanistas conservadores se pusieron decididamente al servicio de la “Junta de Burgos”, como antes al servicio de la dictadura de Primo de Rivera.

El mismo 14 de abril de 1931,  a las pocas horas de que se proclamara la República en la Puerta del Sol, Francesc Maciá, líder de ERC, declaró unilateralmente la independencia de Cataluña, de la que desistió ante la promesa del Gobierno Provisional de elaborar el Estatuto de Autonomía

El mismo 14 de abril de 1931, a las pocas horas de que se proclamara la República en la Puerta del Sol, Francesc Maciá, líder de ERC, declaró unilateralmente la independencia de Cataluña, de la que desistió ante la promesa del Gobierno Provisional de elaborar el Estatuto de Autonomía, cuya aprobación, con el apoyo de los diputados catalanes, no impidió la rebelión militar de la Generalitat contra la República el 6 de octubre de 1934, por la que todos sus miembros fueron condenados por el Tribunal de Garantías Constitucionales, por el delito de rebelión militar a treinta años de prisión, y la autonomía catalana fue suspendida indefinidamente; ni que traicionaran a la República ( la palabra traición es de Azaña) durante la guerra civil, como denunciaron Negrín, en noviembre de 1938, con ocasión del Consejo de Ministros celebrado en Pedralbes, y Azaña, en los artículos escritos en Collonges-sous-Saléve ( Francia) en 1939 : “Cataluña en la guerra, y la insurrección libertaria y el «eje» Barcelona-Bilbao”.

Recientemente el historiador J.F. Fuentes ha revelado que los separatistas catalanes ¡Nosaltres Sols¡, liderados por ERC, de posiciones abiertamente racistas, mantuvieron contacto poco después de la victoria del Frente Popular y en plena guerra civil con Hitler, ofreciéndole colaboración y grupos armados para que apoyara la independencia de Cataluña, destacando las similitudes históricas entre el pangermanismo y el pancatalanismo.

Antes del estallido de la Guerra Civil Española, los mismos separatistas catalanes, ofrecieron bases militares a la Alemania nazi en un futuro Estado Catalán a cambio de recibir entrenamiento en “manejo de aviones y en la preparación de explosivos”.

En plena Guerra Civil, los partidos nacionalistas independentistas catalanes, liderados por ERC, y vascos, intentaron pactar una paz por separado con la mediación de Inglaterra y Francia. A cambio, pedían que los aliados les garantizaran, ante el ejército franquista, la independencia de Cataluña y el País Vasco.

Los nacionalistas catalanes enviaron a Inglaterra un memorando en el que ofrecieron la creación de un protectorado anglo-francés sobre el Cataluña y el País Vasco, con la incorporación de Baleares y Valencia. En marzo de 1938, presentaron conjuntamente una propuesta de paz a Inglaterra y Francia que consistía en qué si se les daba prácticamente la independencia, entregaban Madrid a los golpistas de Franco.

He venido sosteniendo que los nacional-independentistas vizcaitarras,- que se rindieron en Santoña a las tropas italianas sin disparar un tiro,- y catalanes, fueron los causantes, entre otros conocidos factores nazi-fascistas determinantes, de la destrucción de la II República, al precipitar su derrota y frustrar la política de resistencia de Negrín que la hubiera salvado.

Esta tesis la ha confirmado el historiador Antonio Ramos Oliveira, muerto en el exilio mejicano, considerado el mejor pensador que ha tenido el socialismo español, ignorado por sus correligionarios actuales.

En el tercer volumen de su Historia de España, con el título “Un drama histórico incomparable. España 1808-1936”, sostiene queel hundimiento de la Segunda República se produjo porque pesaron más los intereses políticos y económicos que tendían a desintegrar España, que las iniciativas culturales que intentaban unirla. La falta de apoyo de la burguesía catalana a la II República fue lo que motivó el proceso de desintegración nacional y su fracaso. La experiencia demuestra que cuando se inicia una revolución concediendo autonomías, fracasa la revolución y las autonomías. La guerra civil no fue de España contra Cataluña, sino de Cataluña contra España”.

Los nacional-independentistas conservadores catalanes, junto con ERC, han protagonizado una esperpéntica declaración unilateral de independencia, -que no se reconoció en la Constitución republicana non nata de 1872, ni en la de 1931, ni en la actual de 1978-, por la que han sido condenados por sedición, a pesar de lo cual han dicho “Ho tornaran a fer”, que lo volverían a hacer.

Los nacional-independentistas conservadores catalanes, junto con ERC, han protagonizado una esperpéntica declaración unilateral de independencia, por la que han sido condenados por sedición, a pesar de lo cual han dicho “Ho tornaran a fer”, que lo volverían a hacer.

Podemos, contempla en su programa electoral el derecho de autodeterminación para todas las Comunidades Autónomas; y Bildu ha confesado que su misión es destruir el régimen del 78. No han sido capaces de presentar un proyecto articulado de reforma de la Constitución ni del modelo de República porque lo que realmente pretenden , aprovechando que la Monarquía atraviesa un momento difícil por la conducta censurable del Rey Emérito, es no reformar, que sería necesario, sino derogar o abolir la Constitución de 1978, - que unió por primera vez en la historia a las dos Españas, y ha sido las más trascendental e importante de la historia de España, que supuso un armisticio final de una guerra civil, de una larga dictadura, y de dos siglos de contiendas civiles,-abogando por una proclamación de la III República, extramuros de la Constitución de 1978, a la que despectivamente denominan “Régimen del 78”, para conseguir la independencia y la plurinacionalidad, más allá del Estado Federal o Confederal, mediante el ejercicio del eufemístico “derecho a decidir”, que tiende a desintegrar España .

No tiene cabida la autodeterminación en el derecho internacional, que sólo la ha contemplado en los procesos de descolonización al amparo de las Declaraciones de la ONU sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales, aprobada por la resolución 1514 (XV) de la Asamblea General de las Naciones , en la que se recoge el derecho de autodeterminación de los grupos minoritarios a separarse de la entidad política superior si los derechos humanos de los mismos son denegados, pero declara terminantemente que “todo intento encaminado a quebrantar total o parcialmente la unidad nacional y la integridad territorial de un país es incompatible con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas”. Desde su fundación en 1945, la ONU no ha admitido ningún nuevo Estado fuera de los casos de descolonización.

Tampoco tiene cabida la autodeterminación en los Tratados de la Unión Europea, como ha demostrado el catedrático de Derecho Internacional Manuel Medina Ortega en su reciente libro “El derecho de Secesión en la Unión Europea”. En el caso de que se llegara a producir la independencia de una parte del territorio de uno de los Estados miembros de la Unión Europea, ésta se vería obligada a seguir el procedimiento de admisión previsto en los Tratados que requiere la unanimidad de los Estados miembros, incluido el voto del Estado matriz.

En conclusión, aunque Cataluña lograra hipotéticamente la independencia, no sería reconocida como Estado ni por la ONU, ni por la Unión Europea, ni siquiera como Estado tercero respecto de ésta.

En 1903 el bohemio escritor Alejandro Sawa se preguntaba: "No sé por qué los republicanos se obstinan todos los años en conmemorar el breve período de la Primera República, que es el más poderoso argumento que los monarquitas pueden esgrimir contra la república y los republicanos”.

Lo mismo cabría afirmar sobre la conmemoración de la II República por los nacional independentistas vascos y catalanes y ERC, que la traicionaron y contribuyeron a destruirla, como vaticinó Indalecio Prieto: “Todos decían amar a la República y todos se concitaron para destruirla”.

Con estos antecedentes, la mayoría del pueblo español prefiere más, sin duda, la Monarquía Constitucional de la Constitución de 1978, con las necesarias reformas de ésta, que una República plurinacional que reconozca el derecho a la autodeterminación de sus Comunidades Autónomas, que desintegraría España, cuya unidad indisoluble, proclamada en el artículo 2 de la Constitución, es la única que garantiza la solidaridad y la igualdad entre las nacionalidades y regiones.

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