Gana Macron, pero se acaba el miedo en toda Europa a la "ultraderecha"
Cuatro de cada diez franceses han votado a Le Pen, cuya derrota deja una enseñanza válida para todos: los electores han enterrado el mantra sobre el miedo al fascismo.
Emmanuel Macron ha ganado con claridad las Elecciones en Francia con un 58.5.% de los votos y seguirá siendo el presidente de la República en un momento clave para Europa y el mundo. La guerra en Ucrania; el evidente pulso entre bloques para configurar un nuevo orden mundial; la galopante crisis económica y el nacimiento de nuevos partidos generan una inestabilidad que se dispararía aún más con un cambio en el Elíseo.
En ese sentido, la permanencia de Macron es una buena noticia que frena un problema añadido a los existentes, como sería un cambio de la posición tradicional de Francia frente a Bruselas, Moscú, Washington y el “efecto expansivo” que eso tendría en otros países.
Pero el elevado número de votos obtenido por Le Pen, con un 41.5% de las papeletas y cada vez más cerca de la victoria absoluta, merece varias reflexiones más allá de la caricatura y del insulto que este tipo de partidos y sus votantes suelen recibir.
El fantasma de la ultraderecha ya no funciona: ni en Francia ni en España ni en Hungría, Polonia o hasta los Estados Unidos
Su éxito, pese a la derrota, le permitirá ser una fuerza inmensa y quizá lo demuestra aún más en las próximas Elecciones Legislativas, haciéndose incluso con el control de la Asamblea francesa.
Lecciones para España
Lo cierto es que cuatro de cada diez franceses han votado a Le Pen, cuyo voto propio quizá sea superior al de Macron, beneficiario del apoyo ocasional de votantes del resto de partidos y deudor ahora de un préstamo que le ha llevado a Melenchon, por ejemplo, a reclamar el puesto de Primer Ministro.
Y lo cierto es que el fantasma de la “ultraderecha” ha dejado de ser un muro de contención allá donde se esgrime: el avance de Le Pen, como las victorias de dirigentes similares en Hungría, Polonia o antes con Trump en los Estados Unidos; desmonta ese mensaje y obliga a los partidos nacionales a revisar sus programas y propuestas: el miedo no puede ser su única bandera, una lección también válida para la izquierda española con respecto a VOX.