Un presidente indigno en manos de Bildu y ERC
Sánchez ha agudizado la intervención de su Gobierno por los partidos que más desean que a España le vaya mal, rechazando la mano tendida de Feijóo.
La ministra de Defensa se ha convertido en el gran objetivo político de Podemos, ERC y Bildu, que exigen abiertamente su destitución por el supuesto espionaje a un número indeterminado de dirigentes independentistas: una operación que nadie ha confirmado pero que los afectados dan por supuesta.
Margarita Robles ha defendido la legalidad de todo, sin dar detalles por razones evidentes. Y se ha preguntado en voz alta qué puede sorprender de que el Estado tome medidas preventivas ante amenazas a la Seguridad Nacional como declarar la independencia unilateral e ilegal.
El gran problema de Robles es que depende de un presidente que indultó a los responsables de delitos contra la Constitución y que, además, ha aceptado estar intervenido por ellos: mientras las ministra defiende al Estado; Sánchez apacigua a sus socios incluyéndoles en la Comisión de Secretos Oficiales.
Y el drama del Gobierno es que no se puede mantener a la vez dos posiciones opuestas, la de Sánchez y la de Robles. O la una o la otra, pero ambas son incompatibles. Como también lo sería haber impulsado una investigación legal, con permiso judicial, y premiar a los investigados dándoles entrada en el “búnquer” de la seguridad nacional.
Aferrado a Bildu
Y todo indica que, si llegado el momento la estabilidad del presidente depende de ello como ha ocurrido con su Plan Anticrisis, aprobado gracias al bochornoso apoyo de Bildu, aceptará entregar la cabeza de Robles antes que quedarse en una minoría todavía más precaria.
Robles, en fin, es el vestigio aislado de la dignidad que no tiene su presidente, más dispuesto a entenderse con el separatismo que con el constitucionalismo y más en la compañía de Otegi, Belarra o Junqueras que en la de Feijóo.
Su apuesta por ese nefando pacto no solo será ya para lo que queda la legislatura. También permite saber con quién se hermanará de nuevo cuando haya Elecciones, si los números le dan y a pesar de lo que pueda haber dicho durante la campaña.