¿Pero de qué presume Sánchez?
La frivolidad del presidente no conoce límites: mientras las cifras confirman el retroceso económico de España, él niega la evidencia y se vanagloria de éxitos inexistentes.
El presidente Sánchez presumió de la fortaleza de la economía española en una desangelada intervención en el Foro de Davos, con poca audiencia presente, en las mismas horas en que trascendían datos e informes que indican justo lo contrario del discurso oficial: España está en el furgón de cola en crecimiento, deuda, déficit, empleo, inflación y recuperación económica.
A todos estos datos se le añade otro que evidencia la asfixia fiscal a la que el Gobierno somete a los trabajadores: el 39.3% de sus ingresos se pierden en el pago del IRPF y de las cotizaciones sociales que abonan la empresa y el empleado por cada nómina.
Son cinco puntos más de la media de la OCDE, a los que hay que sumarles el resto de impuestos directos e indirectos y tasas, de todo tipo, que se abonan con la renta sobrante tras pagar esos dos conceptos: luz, gas, combustible, IVA, IBI, “numerito”, consumo… la “selva fiscal” española provoca, al final, que más de la mitad de los ingresos de un empleado se dediquen a financiar al Estado y a las tres Administraciones que lo conforman.
Todo ello provoca un empobrecimiento social agravado por la carga fiscal que soportan las pequeñas y medianas empresas: sus costes laborales han crecido un 45% en la última década y solo en cotizaciones, que son el “impuesto al trabajo”, paga un 23% del coste de cada trabajador, que nunca ve ese dinero aunque sea parte de su sueldo.
De error en error
España está entre los cinco países del mundo con mayor esfuerzo esfuerzo fiscal, que es el baremo para medir lo que un contribuyente pierde de sus ingresos para pagar todo tipo de impuestos. Pese a ello, el Gobierno ultima una reforma fiscal para aumentarlos, con la excusa de que la “presión fiscal” en España es inferior a la de Europa: utiliza el importe de la recaudación fiscal en el PIB, que efectivamente es más baja, para defender que en España se pagan “pocos impuestos”; la realidad es que un contribuyente español paga más que un alemán, con la mitad de su renta.
Pero la cifra final es inferior en el PIB porque hay más paro y más economía sumergida. Subir más los ya disparados impuestos, en lugar de elevar el número de contribuyentes, equivale a hacer trabajar más a quienes ya trabajan en lugar de procurar que haya más trabajadores. Que con ese panorama Sánchez se dedique a presumir del desastre, maquillándolo con falacias, aleja toda esperanza de rectificación y presagia más problemas letales.