El Gobierno maquilla el paro pero no cambia la durísima realidad
España sigue siendo el país con más tasa de desempleo, menos horas trabajadas, más temporalidad y peores expectativas: todo lo demás es propaganda.
Frente a la propaganda del Gobierno con el empleo, consistente en arrogarse progresos ajenos (básicamente de Madrid y Andalucía) o en maquillar la estadística para simular un prosperidad inexistente; la contumaz realidad económica es bien distinta y el Banco de España la ha anticipado con pesimismo, por mucho que eso le irrite a la vicepresidenta Yolanda Díaz.
La guerra en Rusia, y una posible suspensión de las relaciones comerciales con Moscú, reduciría a la mitad el crecimiento económico de España para dejarlo en un maltrecho 3.4%. Y dispararía la inflación un punto más, hasta situarla en un 8% estable durante todo el año.
El nuevo presagio adverso del Banco de España, bien reciente, coincide con el fin de ciclo ya anunciado por la Comisión Europea en dos de las políticas que más han ayudado al Gobierno y más han disimulado la ineficacia de su política económica: la suspensión de la compra de deuda y la subida de tipos de interés.
Aunque los Fondos Next Generation y la suspensión de las reglas fiscales dan un pequeño respiro a Moncloa; la combinación del resto de medidas y la situación económica general (ya muy grave antes de la guerra) va a obligar al Gobierno a adoptar decisiones drásticas con el gasto público, las pensiones y los impuestos:
Europa no aplicará las reglas tradicionales de deuda y déficit; pero sí impondrá que el gasto público no pueda crecer por encima del crecimiento económico del país. La subida de los tipos de interés afectará al pago de la deuda en miles de millones y la negativa del Banco Central a comprar deuda soberana obligará a España a buscar otros compradores alternativos quizá más exigentes.
Si se frena la inflación, caerán los ingresos fiscales del Gobierno, de más de 16.000 millones en lo que va de año. Y por tanto necesitará reducir gasto en pensiones y Administración Pública y/o subir impuestos, algo letal en una economía agotada.
El esfuerzo ha de ser público
El Gobierno no puede tener un “discurso de economía de guerra” para los demás, ciudadanos y empresas; y otro para sí mismo: ha llegado el momento de que los ajustes los haga el Estado en sí mismo, a partir de la evidencia recogida por distintos organismo oficiales sobre la ineficiencia del gasto público y la posibilidad de ahorrar hasta 60.000 millones de gasto superfluo. Tocar pensiones, recortar servicios o aumentar impuestos sin hacer ese esfuerzo previo es inadmisible.
Y presumir de empleo perfumando unas cifras que siguen siendo las peores de toda Europa, indica que, lejos de estar cerca esa reacción, asistimos en directo a la prolongación de una política fallida y sustentada en la mera propaganda propia.