La ejemplar e inolvidable generación de la pipa simbolizada por Balbín
La muerte de José Luis Balbín no solo pone de luto al mejor periodismo, también deja un vacío difícil de llenar en el compromiso por la tolerancia y el civismo en el contraste de ideas.
La historia del periodismo en España y particularmente del televisivo tendrá una eterna deuda con José Luis Balbín, fallecido a la edad de 81 años. Su programa 'La clave' fue pionero en el género de la tertulia en directo, convirtiéndose en un referente ineludible hasta hoy para cualquier espacio audiovisual que busque la opinión con criterio, la interpretación certera y el contraste de ideas.
Pero la contribución de Balbín fue más allá de introducir un novedoso vehículo para el debate en España, inspirándose en espacios similares que conoció durante su estancia como corresponsal en Francia. El legado más valioso que dejó el periodista asturiano fue materializar, de viva imagen, la libertad de expresión y el espíritu de concordia.
Por los más de 400 programas que Balbín moderó desde finales de los años 70 y durante los 80 en Televisión Española desfilaron cerca de 3.000 personalidades de la más variada procedencia profesional, adscripción ideológica y condición intelectual. Todos, eso sí, duchos en el asunto de debate de cada noche, verdaderas eminencias mundiales en muchos casos.
Y con tiempo para explayarse y desgranar argumentos y saberes en profundidad, así como para rebatir y entrar en el cuerpo a cuerpo, de ser necesario, con el resto de contertulios, lo que ha dado lugar a decenas de momentos y lances que son ya historia de nuestra televisión.
Balbín es el icono de una generación de tertulianos, de pensadores y de telespectadores que, por la vía de la conversación, supieron entender y vivir a plenitud la democracia.
Justamente esos dos elementos, la autoridad de los interlocutores y el espacio libre en el que se desenvolvían, marcaron la diferencia y han agrandado un mito que llega hasta hoy. Porque tenía aún más mérito en aquellos años, con la sombra de la dictadura todavía cercana y la vacilante democracia que acababa de echar a andar, sentar a personajes a veces irreconciliables a conversar durante horas sobre temas siempre poblados de aristas.
Visionando hoy algunas de aquellas tertulias, con la hondura de sus reflexiones, con el conocimiento exquisito que se desplegaba y con la brillantez de los 'fuegos cruzados', no solo resulta admirable su valentía y modernidad, sino que cuesta ver trasladado ese modelo a la España de hoy, lastrada por los excesos de sectarismo, de la parcialidad y, en demasiadas ocasiones, de la más burda ignorancia.
Tolerancia y nostalgia
Bien es verdad que José Luis Balbín también fue víctima de esas lacras y tuvo un final abrupto cuando el Gobierno de Felipe González, en el ejercicio de su férreo control sobre los contenidos de la televisión pública, decidió fulminarlo. El fervor del periodista de Pravia por la independencia y la libertad de expresión comenzaba a resultar insoportable para el poder del momento.
Al parecer, el despido y la cancelación de ‘La clave’ se produjo cuando Balbín y su equipo preparaban un programa dedicado a la paz, con presencia de un tripulante del Enola Gay, la aeronave desde la que se lanzó la bomba nuclear sobre Hiroshima, y un representante del museo de Nagasaki.
Aquel programa nunca vio la luz pero Balbín siguió fumando su inolvidable pipa, icono de una generación de profesionales de la información, de tertulianos y de pensadores y también de telespectadores que, por la vía de la conversación y entre volutas de humo, supieron entender y vivir a plenitud la democracia.