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Ely del Valle

¿De verdad la Cumbre ha sido un éxito?

Organización impecable, participantes encantados de la vida y mucha pareja haciendo turismo. ¿Suficiente para un encuentro en tiempos de guerra?

¿De verdad la Cumbre ha sido un éxito?

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Se acaba la semana en la que la cumbre de la OTAN ha convertido a nuestro país en el centro de los elogios mundiales. Efectivamente, la reunión de mandatarios ha sido un éxito en cuanto a organización y seguridad. Hemos visto a Jonhson pasar circunspecto por las salas de Prado, a Draghi intentando resolver a distancia su crisis de gobierno y a las nietecitas de Biden pasear su cuerpo rumboso en chandal y alpargatas quizá como venganza de la visita que hizo Zapatero con sus hijas a Obama. Perfecto. La proyección internacional de España como un tiro, la fábrica de cristales de La Granja convertida ya en centro de atracción internacional y los del bar del Ifema encantados de haber tenido tanta clientela y de semejante nivel.

Lo que no termina de cuadrar es el fondo con la forma. Hablamos de una cumbre de contenido militar celebrada en un momento especialmente delicado, con una guerra que nos amenaza a todos y una crisis económica de caballo que va a convertir el otoño en una estación muy sombría. ¿Alguien me puede explicar qué pintan las parejas de los participantes en una reunión como esta? ¿Alguno de ustedes se lleva a su mujer o a su marido a una reunión de trabajo en la que está en juego la continuidad de su empresa? ¿No es chocante que una cumbre en tiempos de incertidumbres muy serias adopte maneras de boda de infanta?.

No ha habido ni media crítica a la parte frívola del encuentro, y sinceramente, me llama la atención. Hay momentos en los que las circunstancias imponen sobriedad. Zelenski en camiseta mandando mensajes de socorro a unos señores que diez minutos después se iban a poner como el quico en el museo de Prado; parejas ejerciendo de comitiva florero y elevando la industria de la alpargata patria a otro nivel…

Quizá en otras circunstancias, con una cumbre rutinaria como se ha venido celebrando en años anteriores, el despliegue estuviera justificado. No es el caso. Nos encontramos en medio de un panorama que no está para escaparates, ni para que las nietas de Biden se sumen a la comitiva, ni para que Begoña Gómez luzca palmito y sonrisa de oreja a oreja, ni para que el marido del primer ministro danés se convierta en noticia por ir vestido con los colores del Orgullo. Todo el mundo afirma que la cumbre ha sido un éxito, y sin embargo nadie nos ha explicado si de verdad ha servido para algo. Leo hoy los periódicos y nada parece haber cambiado con respecto a la semana anterior excepto para Castañer que es el que de verdad está más contento que unas castañuelas. Llámenme rara, pero creo que todos deberíamos hacérnoslo mirar.

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