El peligroso oportunismo de Yolanda Díaz con la cesta de la compra
La vicepresidenta ha ido demasiado lejos con las ocurrencias propagandísticas. Limitar el precio de los alimentos básicos es una medida que compromete al sector primario y comercial.
La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, se ha excedido mucho más de lo que cree con su propuesta para topar el precio de los alimentos, la rimbombante manera de llamar a lo que al final serán los lotes de oferta que ya promocionan distintos supermercados, pero con el añadido ideológico asistencial tan típico de regímenes socialistas donde prospera, en realidad, el racionamiento.
Y no solo es un exceso porque ha trascendido los límites de sus competencias, por más que ostente una vicepresidencia del Gobierno y asegure moverle la preocupación por los efectos de la crisis en las economías domésticas más vulnerables.
Sugerir simplemente el control de los precios, además de resultar imposible por ilegal, representa añadir aún más zozobra al sufrido sector primario y al pequeño comercio en nuestro país.
El daño que una medida como la que ha propuesto la titular de Trabajo, aprovechando la ola de las ofertas que algunas cadenas comerciales están lanzando en este comienzo de curso, es tan grave que no extraña que ministros de tanto peso en el Gobierno como Margarita Robles o María Jesús Montero hayan salido rápidamente al paso para rectificarla.
Son bienvenidas, como es obvio, todas las medidas que ayuden a aliviar el duro golpe de la inflación en los hogares españoles, empezando por las familias menos pudientes. Pero antes es imprescindible realizar un estudio a fondo de sus consecuencias y de los necesarios equilibrios en una economía de libre mercado; y a continuación alcanzar el consenso preciso entre los distintos agentes económicos.
Porque ponerles topes a los precios de alimentos casi por decreto, como alegremente ha reclamado la vicepresidenta Díaz, supondría hundir por completo a los productores agrícolas y ganaderos, así como a los pequeños comerciantes, que ya bastante perjuicio arrastran con el alza de precios de las materias primas y del coste de las energías.
Curiosamente, el sector de trabajadores y pequeños empresarios con los que más sensibilidad ideológica habría de tener la ministra de Trabajo, que se alinea en cambio con las grandes cadenas de distribución, pertrechadas con más poder, potencial y recursos para ejercer la competencia en el mercado.
“Ponerle topes a los precios de alimentos supondría hundir a los productores agrícolas y ganaderos, así como a los pequeños comerciantes, que ya bastante perjuicio arrastran con el alza de los precios”
Una contradicción, en suma, que evidencia el carácter oportunista de esta propuesta, en la línea de ocurrencias propagandísticas y sectarias con las que ha tratado de dejarse notar el bando de Unidas Podemos en el Gobierno de coalición que comanda Pedro Sánchez desde que arrancó la legislatura.
La diferencia, en este caso, es que la sola mención a la urgencia en el control de los precios de los alimentos básicos, en un claro afán populista de regalar el oído a la ciudadanía, puede provocar un verdadero cataclismo económico.
Tapar el estropicio
Bien hará el presidente Sánchez en llamar al orden a Yolanda Díaz, de verdad, sin medias tintas que suenan tanto a desmentido como a confirmación, para que recuerde la prioridad de sus obligaciones y responsabilidades como vicepresidenta del Gobierno de la nación y deje de lado su papel de candidata electoral. Porque, además de cínico, es muy peligroso aplicar el oportunismo partidista a las cosas de comer.
Especialmente cuando se maquilla así la propia responsabilidad del Gobierno en el empobrecimiento general de la población y en el alza sonrojante de los precios de todo, desde los alimentos hasta las hipotecas, el combustible o la energía. Y la paradoja de que, mientras eso sucede, el Estado engorda su recaudación como nunca.