Sánchez consagra en TVE su ofensiva contra las empresas
El Gobierno ha decidido señalar al sector empresarial como culpable del empobrecimiento de la sociedad, mientras no renuncia a lucrarse como nunca con la inflación.
Pedro Sánchez compareció anoche en para elevar definitivamente a público el discurso populista que caracteriza su nefasta política económica: se presentó a sí mismo como garante de la "clase medida trabajadora" y señaló a las empresas como culpables de sus carencias y responsable de sus esperanzas futuras.
Lo hizo tras aprobar inicialmente dos impuestos especiales a las energéticas y a la banca, sectores que no gozan de una gran reputación pública pero que, como todo en una democracia occidental, han de funcionar con seguridad jurídica: si de verdad tienen beneficios excesivos, el Impuesto de Sociedades ya regula esa situación y garantiza un reparto razonable para las arcas públicas.
Estigmatizarles lanza un mensaje al conjunto del sector productivo, alicaído como la propia sociedad española, que es además una vía de escape para el propio Gobierno: en lugar de hacer reformas tan indispensables como la del gasto público en la propia Administración, ubicada en una "industria política" hinchada e inasumible, se fabrica un falso culpable en el mundo empresarial para distraer la atención y esquivar las responsabilidades propias.
Que son muchas, más allá del difícil contexto global. Porque la inflación está siendo un martirio para los españoles, pero una bendición para el Gobierno, que logra con ella un extra de recaudación que ya va por los 22.000 millones y llegará a los 32.000 a final de año, probablemente.
¿Y el IRPF?
Y porque, lejos de renunciar a ese abuso coincidente con la mayor pérdida de poder adquisitivo en décadas, Sánchez lo quiere perpetuar, negándose a algo tan razonable como deflactar el IRPF para que el Estado no recaude a los españoles por un dinero que en realidad ya no tienen.
Al drama del empobrecimiento se le responde con pactos, diálogo, consenso y reformas. Pero Sánchez ha preferido recrear su habitual universo maniqueo, buscando falsos culpables a los que cargar todos los males y reproduciendo con otros protagonistas, en este caso las empresas, el frentismo que siempre le ha caracterizado. Lamentable.