La insoportable dictadura de los ofendidos
La izquierda está llevando al límite sus afanes sectarios persiguiendo manifestaciones e ideas que forman parte de la convivencia amparada por las libertades de expresión y pensamiento.
Afirma el escritor y periodista francés Hervé Le Tellier que "la libertad de pensamiento en internet resulta mucho más efectiva desde el momento en que la gente dejó de pensar". Y de ese terreno abonado parece estar aprovechándose la izquierda que actualmente triunfa en España, con un despliegue de ataques, condenas e intento de censura contra todas aquellas expresiones, postulados e ideas que no forman parte de su ideario.
En los últimos días se ha producido una coincidencia de hechos que han dejado en evidencia con toda su crudeza esa ofensiva sectaria. Comenzó con el vídeo del griterío gamberro de los alumnos del colegio mayor Elías Ahuja, ha seguido con las parodias de Vox en su festival 'Viva 22' y ha concluido con el tuit chusco de Íker Casillas declarándose gay. E incluso incluye el desprecio a la propia España, coincidiendo con su Fiesta Nacional.
La secuencia, en fin, puede proseguir en cualquier momento y en todo caso no hará más que aumentar la indignación, el resentimiento y el clamor en pos de justicia por parte de esa izquierda hiperventilada, hipersensible y proclive en todo momento a escandalizarse.
Es cierto que existe una parte de sobreactuación forzada como rearme partidista y propagandístico de cara al ciclo electoral que se avecina. Nada como fijar posiciones, generar argumentarios y perfilar bien al enemigo político al que batir, adornándole con los peores atributos, para enardecer y movilizar a afiliados y simpatizantes de ese bando tachado de progresista.
Pero también es cierto que, más allá de este cálculo electoralista, existe un fondo mucho más siniestro en esta deriva política, una suerte de arrebato totalitario que no tolera el discurso ajeno, y mucho menos su ironía y sus manifestaciones satíricas.
Nos encaminamos a una insufrible dictadura de los ofendidos, esos que reconocen en su ofensa una razón irrebatible y un derecho universal que todos estamos obligados a reconocer y reparar
Sin duda, hay un afán de control de las ideas y de las expresiones, de cortar vías de comunicación y de imponer un modelo de sociedad que en formaciones como Podemos se admite de manera más o menos abierta y que un partido de tradición constitucional y democrática contrastada como el PSOE está adoptando, respaldado además por su cobertura mediática habitual más el poder multiplicador de las redes sociales.
Nos encaminamos de este modo a una insufrible dictadura de los ofendidos, esos que reconocen en su ofensa una razón irrebatible y un derecho universal que todos estamos obligados a reconocer y reparar. Y no hay nada más inmaduro e insufrible; ni más inquietante.