Sánchez desvaría y busca enemigos falsos para tapar sus desastres
Que un presidente acuse desde el Congreso a la prensa crítica es, además de un bochorno, una prueba más de su incapacidad para atender los problemas reales.
Pedro Sánchez culpó desde el Congreso a la prensa madrileña, y en especial a la Conferencia Episcopal, de ser la avanzadilla de los poderes económicos para frenar a la "España progresista" que al parecer encarnan él y su Gobierno, con otro discurso delirante pero no improvisado ni casual.
Forma parte del relato contra los "hombres del puro" que lanzó en junio y con el que ya explicó, en su momento, sus derrotas electorales. Y es el mismo que esgrimió contra las empresas eléctricas e, incluso, para explicar la llegada de Feijóo a la presidencia del PP, según el presidente impulsada por los poderes económicos ocultos.
Todos los medios que desarrollamos una línea crítica argumentada sobre la gestión de Sánchez podemos y debemos darnos por aludidos en su lamentable perorata, pero no sorprendidos: todas las esperanzas de supervivencia del líder socialista se sustentan en la división, el enfrentamiento y la señalización; con los que pretende tapar sus inmensos fracasos y movilizar a la sociedad en su favor, implicándola en una lucha imaginaria donde debe elegir bando.
El mimetismo entre el discurso de Sánchez y el de Pablo Iglesias, que siempre ha hecho de los medios un objetivo prioritario, es ya absoluto, lo que unido a su política económica le convierte ya definitivamente en el representante máximo del populismo empobrecedor que asola a España.
El problema es Sánchez
Desgraciadamente, los problemas del país son mucho mas graves y profundos que la inquina ideológica que pueda suscitar el presidente del Gobierno, y tienen que ver con el empobrecimiento general y la falta de esperanzas, cada vez más extendidos, ante los cuales Sánchez ejerce de acelerador de todos los males e instigador de otros nuevos.
España no se merece un presidente que busque falsos culpables para maquillar su deplorable gestión, sino alguien serio y respetuoso con la pluralidad intrínseca a una democracia que, en los momentos de especial adversidad, busque consensos y no se dedique a dinamitar puentes. Sánchez no es esa persona y visto que cada día va a peor, no es osado asegurar que el único remedio será el que den las urnas cuando los ciudadanos puedan expresarse en ellas.